domingo, 6 de noviembre de 2011

La escritura de mamá

Relato corto basado en la imaginación del autor. Cualquier semejanza es pura coincidencia.

El hervor del puchero anunciaba que ya estaba en su punto para echar las albóndigas. María, amasaba éstas con la rapidez que le caracterizaba siempre.
Sonó el timbre de la puerta. Era Jacinta, la amiga incondicional de su hija Natalia.
Cuando Jacinta asomó por la cocina pregunto a María dónde estaba Natalia.
- En su habitación, creo, estaba en el ordenador.
- Pasa Jacinta, estoy aquí, (se escuchó su voz desde la habitación)
- Hola ¿que haces?
- Mandando un email a Ito. No veas la vergüenza que pasé el otro día.
- ¿Con Ito?
- No, con mi madre.
María al escuchar esto, apagó el extractor de humos y puso oído fino a la conversación de su hija y su aire reprochador. La escuchaba perfectamente, no sabía si era porque había apagado el cacharro de los humos o porque su hija hablaba fuerte con la intención de enterar también a su madre.
- ¿Que paso? Pregunta Jacinta.
- Pues, verás; mi madre es una inculta y me deja en evidencia con cualquier tontería. A ella, la sacas de su aguja y ya listo. No le pidas más. Ni sabe escribir, ni hablar, ni nada que se parezca.
- Pues no veas mis padres. Idem de lo mismo, los dos.

Las albóndigas caían al puchero con mas rapidez que nunca. Se deslizaban escurridizas entre los dedos de María. Pensativa, con una sonrisa conformista, miró al cielo como exclamando: Ufff, ¡Qué Cruz de adolescencia!
Es verdad que lo suyo era la aguja, de ello empinaba la olla.
Sus primeros puntos los dio en el corto tiempo que fue a la escuela, en la cual, la mayor parte de clase era para coser y rezar. De ahí su decisión de hacerse modista y su adicción a rezar.
Las ganancias de sus remiendos cuando aún era una niña se quedaban en casa, para ayudar a sus padres. Era la tradición. Ahora ya no estaba en el hogar paterno, pero seguían llevándose las ganancias de sus trapos. En este caso, su hija.
Vaya décadas que le había tocado vivir. Primero para los padres y después para los hijos. Tal vez la había mimado demasiado por haberse criado sin padre. Tal vez, Natalia aún era muy joven para comprender su esfuerzo, tal vez... no lo comprendería nunca, o tal vez tendrían que pasar veinte años mas y tener sus propios hijos para que lo entendiera. Lo cierto es que María daba muchas puntadas para seguir costeando el porvenir de su hija. Menos mal que ésta respondía muy bien a sus estudios.

- Ya se que te gusta mucho este chico, Natalia. Cuéntame; ¿qué pasó con tu madre?
- Pues nada; subo a casa con Ito y me encuentro la comida en la mesa, con una nota.
Para empezar, esa comida no me gusta. Ufff. Y segundo; con esto ya ¡flipas!. En el papel ponía:
“voy a la tienda hechate la comida y cuando remates fregas tu plato”
- Bueno, ¿y qué?
- ¿Como que, qué? ¿Te parece poco? Tienda... ¿No puede decir “el super”?. Hechate... con h. Remates..., como si yo fuera torero y tuviera que rematar la faena. Fregas... ¿Desde cuándo se dice o escribe, fregas?
Menuda risa le dio a Ito al ver la escritura de mi madre. ¡Qué inculta!. Me saca de mis casillas.
- Bah, tampoco es para tanto Natalia. Anda, deja eso y salimos a dar una vuelta.
- Venga, sí, vamos. ¡Mamáaa! voy con Jacinta, ahora vuelvo.
- Valeee, no tardes mucho que las pelotas están casi ya.
- ¿Ves lo que te digo Jacinta?. ¡Pelotas! ¡pelotas!. Decir pelotas a las albóndigas y encima tampoco me gustan. Eso tan grasiento. ¡Puagg!

María aprovechó para entrar en la habitación de su hija a husmear un poco, mientras pensaba:
¡Vaya! con el Ito. Si su abuelo levantara la cabeza, que le habían puesto Benito por él y ahora le llamaban Ito. ¡No te jode!

Con las prisas de marcharse, Natalia había olvidado cerrar su correo. No pudo resistir la tentación de ir a enviados a ver que le decía al Ito de ella. Y leyó:

T EXCBO PQ CONPDO Q T EXARAS 1 RXA CUAND VIXT LA EXCRIURA D M MDR.
N T YAMO Q M DA VEGZ. BS.

Mari Carmen.

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