viernes, 20 de mayo de 2016

A ANTONIO COLINAS, PREMIO REINA SOFÍA.

Me acuerdo detalladamente del día en que presenté a Antonio Colinas en las Veladas Poéticas de la Universidad SEK Internacional de Segovia. Estuvo tan soberbio como humilde, tal cual es y se comporta habitualmente este bañezano ahora laureado con el Premio Reina Sofía, tan merecido.
Desde “Sepulcro en Tarquinia” a “Canciones para una música silente” le he seguido sin parar y me he deleitado y aprendido con sus poemas novísimos, en los que mezcla la tradición clásica con la vanguardia de la experiencia. Poetas así, tan caballerosos, que aúnan la persona con el personaje, no se olvidan jamás. Ética y estética las porta juntas bajo su cabellera ya nevada de canas.
En su último libro, “Memorias de un estanque”, se recoge a sí mismo y nos cuenta que ha ido, no adonde ha querido, sino adonde la vida le ha llevado. Y en esa vida suya nosotros nos sumergimos con placer lector y pensador. Y es que Colinas es un ejemplo memorioso y memorable de saber estar en cualesquiera circunstancia, la de profesor universitario o la de viajero por la naturaleza. Ama los ríos y los bosques a la vez que la monumentalidad de las ciudades y nos los hace emocionantes porque los siente así y nos los hace sentir a nosotros, pasmados ante su elocuencia rítmica y rimada. Dios se lo pague.
Tendría tanto que decir de él, que mejor es que me calle, para que ustedes, como yo, sin perder el tiempo en elogios, se involucren en su obra limpia y hermosa, tan a pie de tierra como elevada a las alturas de un San Juan de la Cruz hodierno. Vale.

Apuleyo Soto.

1 comentario:

Mari Carmen dijo...

Los grandes siempre andan con los grandes. ¡Felicidades! para los dos.
Muchas gracias D. Apuleyo.
Un abrazo.