lunes, 2 de mayo de 2016

A Octavio Uña, maestro de maestros.

Letrilla de buenos propósitos.

 
A uña de caballo
va este poema
por ti, mi Emperador
de Bellas Letras.

Eres, Octavio,
la rumia comunera,
la humildad sosegada
y la extrema llaneza:

las tres juntas cual trébol
de las verdes praderas
de la educancia
y la docencia regias.

Sigo tu zamorana
contemplación de las riberas,
me siento a repensar,
voy por tu senda.

A ti es al que requiero
en las noches serenas;
contigo es con quien quedo,
hombre de bibliotecas.

Ni me afanan los premios
ni las honras postreras,
mi merezco más precio
que el de la obra incierta.

Dame, Virgiio,
tu mano mensajera,
cantaré como tú
los nombres de los frutos de la tierra.

Y después… ¿qué sé yo,
con tus versos a cuestas?
Dímelo ya, Maestro,
por lo que tú más quieras.

Apuleyo Soto.

1 comentario:

Mari Carmen dijo...

Qué grande es ver a un maestro dedicarle sus poemas a otro maestro.
Gracias D. Apuleyo, como siempre ¡Genial!