domingo, 4 de febrero de 2018

FELIZ 2018.

De todo corazón, a todo el mundo
quiero felicitar el Año Nuevo,
que el dos mil dieciocho está al relevo,
porque el actual está ya moribundo.

Será y lo auguro sin dudar, fecundo
y para el caso mi oración elevo
a Dios, que me dirá: lo apruebo,
y llegarán las dichas en abundo.

La paz entre los hombres será un hecho,
la solidaridad será costumbre,
la justicia será bien impartida,

no habrá ni una persona sin un techo,
ni ocasión de sentir la incertidumbre
de pensar que faltase la comida.
 
Cristino Vidal.

RECORDATORIO 2018

Ayer, ayer, ayer…
No guardo más que ayeres,
flores mustias marchitas,
recuerdos enredados,
mariposas claveteadas,
conversaciones abolidas.
Ayer, ayer, ayeres.
Aquel tímido beso,
aquel sensual abrazo,
aquel amigo de la infancia,
aquella hoja de fresno entre las hojas del misal,
aquella fina espina del zarzal emboscado,
aquella higuera madre del portal de la abuela,
aquel lagarto inmóvil en la tapia,
aquella sanguijuela.
Ayer, ayer, ayeres.
El dedo machacado en la campana —el dedo corazón—,
el ojo de don Flores,
el ojo de María,
el ojo del Hermano Superior…
Ayer, ayeres.
El amarillo manuscrito
del primer poema niño,
el armonio de padre sonándome en el alma,
las manos de Alejandra repartiendo el fijador sobre mi pelo,
la cesta de cangrejos de Juanito,
el Duratón corriendo,
el Cega entre arenales y espadañas,
el Cerquilla con ranas y culebras,
el ramo de retamas en la misa del Domingo de Ramos.
Ayer, ayer, ayeres.
El currusco de pan que el cura daba al sacristán,
los calcetines rotos,
la roña de las piernas en invierno
con madre al estropajo dándole, dándole,
el aro, la peonza…
y un montón de alfileres escondidos en la tierra redonda,
las chapas y las tangas del chito coronado
con grises perras gordas.
Ayer, ayeres.
El “prao” Ancho en abril,
las campanillas,
la parada del Bizco
con Lurdes de la mano,
el autobús de línea sofocado a la entrada del pueblo
sobre el puente Chiquito
junto al transformador,
las bombillas cansadas de dar lumbre,
el farol, los candiles,
el camión de castañas,
las naranjas de Wasington,
la bodiguera…
Ayer, ayeres.
El Parque de San Pedro, de Griñón,
la luna de Granada en Sierra Elvira,
Veleta amaneciendo,
Mirador de Rolando, agua a caudales,
laguna verde de las Siete Yeguas…
y Sevilla lloviendo.
Ayer, ayeres.
De redacción en redacción
por un Madrid tostado
en el 68, siglo XX,
tranvías en la noche,
top-les en las cafeterías,
Rosi Bule bailando,
Santa Cristina en el alero de la enseñanza de los ricos
y una santanderina madrileña púber-preu
buscándome y buscándome
para después dejarme.
Ayer, ayeres.
Mi enramada librería,
mi casita en Somosierra,
mi escuelita de Braojos,
el perrito Calcetines,
el perrucho Blum, Blum, Blum,
el perrazo Poldak fiel.
Ayer, ayer, ayeres.
Fez, Tetuán, Marraqués,
París, Florencia, Roma,
Ámsterdan, Brujas, Berlín,
Ródano, Elba, Danubio,
Volga, Tíber, Sena y Rin.
Y los Alpes y Apeninos
y los Andes y los Cárpatos,
los Urales y los Atlas
y otros montes recorridos a pie enjuto.
Recuerdos del ayer, ayer, ayeres.
Méjico lindo y querido,
Bolivia, Uruguay, Brasil,
Paraguay, Ceilán Hawai,
Java, Bali, Singapur…
Nunca los logré olvidar.
Tras el trago de la vida
conmigo a bordo se irán
sin retorno a lo pasado nunca más.
No me poseo,
estoy sin nada ya,
ya no hago pie.
La muerte va a ganarme la partida prontamente.
¿Quién fui? ¿Quién soy? ¿Y quién seré?
El cuerpo deposito,
el alma vuela y va
a regiones etéreas
que nadie sabe ni sabrá.
(Todo lo dicho es
un somero inventario
del ayer transeúnte
y el amor obstinado.
Caja de resonancia son los versos —caja de plata—.
Aquí los dejo para ti).

Apuleyo Soto.

viernes, 19 de enero de 2018

Ya no tengo miedo, Señor.

Estimados lectores de mi blog, "Sucina poetas y derivados", tengo que pediros disculpas por tenerlo últimamente un tanto abandonado, a pesar de que grandes amigos como D. Apuleyo Soto y Cristino Vidal no han dejado de mandarme sus poemas para que los publique. Muchas gracias a los dos. He tenido una etapa un poco dura que nada tiene que ver con vosotros y que espero superar con el tiempo, sé que esto le ha pasado a mucha gente, por desgracia, pero eso a mi no me consuela. Os voy a poner dos poemas que están relacionados a pesar de que el primero lo escribi en el año 2011, "Señor, tengo miedo." y el segundo hace apenas unas horas, 2018. "Ya no tengo miedo, Señor" Estos dos escritos ya hablan por sí solos.
Son mis conversaciones con Dios al que doy gracias todos los días por permitirme cada mañana ver salir el sol y disfrutar de una familia maravillosa.

Ya no tengo miedo, Señor.

“Señor, tengo miedo” Así, escribí,
viendo la batalla casi terminada.
Hace unos años que agonizar creí,
al sentirme de mis bienes despojada.

Qué incauta e intrépida fui
creyendo que lo tenía todo,
yo misma hasta el fondo me metí
en esta ciénaga de espeso lodo.

Señor, mucho tiempo de un sin-vivir
demasiado tiempo con la esperanza
de arreglar las cosas y poder seguir
con mi casa y el fruto de mi labranza.

No ha podido ser. Quizás no merecía
tener una vida digna y apropiada.
Tanto trabajo y esfuerzo día a día
para en la vejez encontrarme sin nada.

¿Quién todas mi pertenencias se ha llevado?
¿Quiénes fueron? ¿Cómo ha sido?
Por desgracia yo misma las he dado
al firmar en un papel desprotegido.

Ahora, Señor, ¿a quién me quejo?
Si hay culpables, han desaparecido.
A mis hijos sin herencia dejo,
y mis años de lucha quedan en olvido.

Ya es tarde para recuperar lo perdido,
mas de medio siglo de lucha constante.
Toda una vida y sin saber como ha ocurrido
me he quedado con una mano atrás y otra delante.

Ya sé que son cosas materiales
y ninguna me llevaré cuando me muera,
sólo son bienes terrenales
que al subir al Cielo se quedan fuera.

El tiempo..., dicen, que todo lo cura,
que las heridas se vuelven cicatrices.
El tiempo de hoy es verdad dura,
y tal vez mañana nos haga felices.

Señor, ya no tengo miedo.
Ya se ha ido aquella agonía.
Deshojada y marchita me quedo,
al perder todo lo que tenía.

¿Y para los culpables? ¿Qué decir?
¿Cuál sería su justa penitencia?
Que de noche no puedan dormir
escuchando la voz de su conciencia.

Señor, perdóname si te he ofendido.
Gracias todos los días tengo que darte.
Con una preciosa familia me has bendecido
y eso, para mi Señor, es lo mas importante.

Gracias, Señor, por darme coraje.
Tu voluntad en mi siempre prevalezca.
Tú dispones del mejor engranaje
para subir al carro que merezca.

Ayúdame Señor, en esta etapa nueva
y si para acercarme a tu Gloria
me mandaste esta dura prueba...
con Tu ayuda, mañana será historia.

Gracias te vuelvo a dar Señor,
como a cualquier ser humano...
siempre pudo o podría ser peor,
si Tu me dejas de tu mano.
No me dejes, Señor, ¡por favor!
No me dejes, Señor. ¡Yo te amo!

Mari Carmen.


 Señor, tengo miedo.

Oh, Señor, tengo miedo y esta pena me tortura.
Hace mucho que no hablo contigo, de nuestras cosas.
Tiempo que no visito tu Iglesia, ni me consuela el cura.
Me muevo en este jardín, lleno de espinas en sus rosas.

Oh, Señor, tengo miedo, de perderte y no encontrarte,
la melancolía atenaza mis sentidos difusos,
esta incertidumbre, del mañana en otra parte,
me encoge el corazón con pensamientos confusos.

Oh, Señor, no quiero perder mi casa, mi hogar, ahora.
El esfuerzo de toda mi existencia en lucha permanente,
mas, si es tu voluntad, que así sea, ¡ya! Sin demora,
pues esta agonía, del no saber, me mata lentamente.

La tristeza mi invade el alma, sollozando angustiada.
No sé donde ir, ni donde quedarme. Me siento desvalida.
Las horas pasan y no puedo dormir. ¡Qué larga madrugada!
Tengo miedo, mi Dios, de no encontrar sentido a mi vida.

Oh, Señor, en tus manos dejo mis zozobras y temores.
Tu infinito amor, que sea la esperanza que me guía.
Tengo miedo, Señor, acompáñame en mis dolores,
que cuando amanece... Muero un poco más cada día.

Mari Carmen.