“Oigo,
Patria, tu aflicción
y
escucho el triste concierto”
que
forman con desacierto
Forcadell
y Puigdemont
en
la más alta traición
del
catalán Parlamento
con
la estelada en el viento.
Señor,
que las fechorías
de
estas hueras señorías
no
se impongan ni un momento.
Su
palabra es sonrojante,
su
sonrisa, mentirosa;
su
ademán, cual gaseosa,
y,
frente al pueblo, humillante.
Veremos,
Rajoy mediante,
que
la sensatez domine,
el
país no contamine
de
incivil desobediencia…
y
cumplan la penitencia
que
Justicia dictamine.
Pujan
por e 1-O,
referéndum
ilegal,
y
dicen que les da igual
que
se vote el sí o el no
con
boca de Pocoyo.
Tanta
habilidad no debe
confundir
a nadie el día
que
la estulta progresía
a
llenar las urnas lleve.
Ellos
“no tinen raó,
ellos
no tienen razón,
pues
les dicta el corazón
lo
que no razona, no.
¿Acaso
la tengo yo
o
vosotros, los que afuera
queréis
que España siguiera
como
hasta hoy, compañeros?
Digamos
sí los primeros
porque
España es la primera.
¡Oh
Patria, la malhadada
por
los corruptos y tunos,
por
los indepe importunos,
por
los hijos de la Diada
y
los que no cuentan nada!
¿hasta
cuándo habrás de ser
la
madre del gran poder
que
supone estar unidos?
Tennos
por bien sometidos,
que
te queremos querer.
Y
la CUP y sus secuaces,
como
ERC y el PDECAT…
que
se mantengan en paz
por
lo que por ellos haces
en
estos días agraces
de
inconsolable orfandad.
Sin
Cataluña, tu faz
no
reluce entera, España.
Tenla
sujeta en tu entraña,
Apuleyo Soto.