viernes, 19 de enero de 2018

Ya no tengo miedo, Señor.

Estimados lectores de mi blog, "Sucina poetas y derivados", tengo que pediros disculpas por tenerlo últimamente un tanto abandonado, a pesar de que grandes amigos como D. Apuleyo Soto y Cristino Vidal no han dejado de mandarme sus poemas para que los publique. Muchas gracias a los dos. He tenido una etapa un poco dura que nada tiene que ver con vosotros y que espero superar con el tiempo, sé que esto le ha pasado a mucha gente, por desgracia, pero eso a mi no me consuela. Os voy a poner dos poemas que están relacionados a pesar de que el primero lo escribi en el año 2011, "Señor, tengo miedo." y el segundo hace apenas unas horas, 2018. "Ya no tengo miedo, Señor" Estos dos escritos ya hablan por sí solos.
Son mis conversaciones con Dios al que doy gracias todos los días por permitirme cada mañana ver salir el sol y disfrutar de una familia maravillosa.

Ya no tengo miedo, Señor.

“Señor, tengo miedo” Así, escribí,
viendo la batalla casi terminada.
Hace unos años que agonizar creí,
al sentirme de mis bienes despojada.

Qué incauta e intrépida fui
creyendo que lo tenía todo,
yo misma hasta el fondo me metí
en esta ciénaga de espeso lodo.

Señor, mucho tiempo de un sin-vivir
demasiado tiempo con la esperanza
de arreglar las cosas y poder seguir
con mi casa y el fruto de mi labranza.

No ha podido ser. Quizás no merecía
tener una vida digna y apropiada.
Tanto trabajo y esfuerzo día a día
para en la vejez encontrarme sin nada.

¿Quién todas mi pertenencias se ha llevado?
¿Quiénes fueron? ¿Cómo ha sido?
Por desgracia yo misma las he dado
al firmar en un papel desprotegido.

Ahora, Señor, ¿a quién me quejo?
Si hay culpables, han desaparecido.
A mis hijos sin herencia dejo,
y mis años de lucha quedan en olvido.

Ya es tarde para recuperar lo perdido,
mas de medio siglo de lucha constante.
Toda una vida y sin saber como ha ocurrido
me he quedado con una mano atrás y otra delante.

Ya sé que son cosas materiales
y ninguna me llevaré cuando me muera,
sólo son bienes terrenales
que al subir al Cielo se quedan fuera.

El tiempo..., dicen, que todo lo cura,
que las heridas se vuelven cicatrices.
El tiempo de hoy es verdad dura,
y tal vez mañana nos haga felices.

Señor, ya no tengo miedo.
Ya se ha ido aquella agonía.
Deshojada y marchita me quedo,
al perder todo lo que tenía.

¿Y para los culpables? ¿Qué decir?
¿Cuál sería su justa penitencia?
Que de noche no puedan dormir
escuchando la voz de su conciencia.

Señor, perdóname si te he ofendido.
Gracias todos los días tengo que darte.
Con una preciosa familia me has bendecido
y eso, para mi Señor, es lo mas importante.

Gracias, Señor, por darme coraje.
Tu voluntad en mi siempre prevalezca.
Tú dispones del mejor engranaje
para subir al carro que merezca.

Ayúdame Señor, en esta etapa nueva
y si para acercarme a tu Gloria
me mandaste esta dura prueba...
con Tu ayuda, mañana será historia.

Gracias te vuelvo a dar Señor,
como a cualquier ser humano...
siempre pudo o podría ser peor,
si Tu me dejas de tu mano.
No me dejes, Señor, ¡por favor!
No me dejes, Señor. ¡Yo te amo!

Mari Carmen.


 Señor, tengo miedo.

Oh, Señor, tengo miedo y esta pena me tortura.
Hace mucho que no hablo contigo, de nuestras cosas.
Tiempo que no visito tu Iglesia, ni me consuela el cura.
Me muevo en este jardín, lleno de espinas en sus rosas.

Oh, Señor, tengo miedo, de perderte y no encontrarte,
la melancolía atenaza mis sentidos difusos,
esta incertidumbre, del mañana en otra parte,
me encoge el corazón con pensamientos confusos.

Oh, Señor, no quiero perder mi casa, mi hogar, ahora.
El esfuerzo de toda mi existencia en lucha permanente,
mas, si es tu voluntad, que así sea, ¡ya! Sin demora,
pues esta agonía, del no saber, me mata lentamente.

La tristeza mi invade el alma, sollozando angustiada.
No sé donde ir, ni donde quedarme. Me siento desvalida.
Las horas pasan y no puedo dormir. ¡Qué larga madrugada!
Tengo miedo, mi Dios, de no encontrar sentido a mi vida.

Oh, Señor, en tus manos dejo mis zozobras y temores.
Tu infinito amor, que sea la esperanza que me guía.
Tengo miedo, Señor, acompáñame en mis dolores,
que cuando amanece... Muero un poco más cada día.

Mari Carmen.