Esto de poner escritos por los rincones
de casa siempre me ha dado buen resultado, (primer día) El
segundo, o cambio texto o no me hacen ni puñetero caso. Se
acostumbran a ver lo mismo y ya pasan.
Mi afición por dejar notas viene desde
que me case y dejé el hogar paterno. La correntillera de mi madre
nunca la pillaba en casa (siempre salía un momento, pero a cada
momento). Cuando volvía se encontraba una de mis notas: “Mamá...bla,
bla,” Esto le daba mucha rabia, no por la nota, sino por no
estar cuándo yo iba. ¡Qué casualidad! - Me decía un tanto enojada -.
Han sido numerosas las que he puesto
desde entonces.
Un cartel en el escritorio de los
chicos con letra bien grande: “Mantenme ordenado” u otro
encima de sus camas: “Disfrútame y hazme después” En la
mesa: “Buen provecho, déjame limpia” y así
sucesivamente.
El mas remolón para la lectura es el
“bigotes”. Siempre se deja las gafas y dice no poder leerla. ¡Qué
casualidad! Digo yo también, como decía mi madre.
La que puse la semana pasada si la
leyó.
Venía tarde a comer ese día y yo
necesitaba descansar un poquito antes de irme de nuevo al trabajo. La
verdad es que estaba agotada, así que después de poner lo necesario
en la mesa, me tumbé a estirar las piernas.
Cuando salí para el curre miré la
cocina y...¡¡Eureka!! ni rastro de chismes.
Solo estaba la nota que había dejado frente al plato de comida:
Cuando te digo: “quiero morir”
no me creas, es mentira, no quiero.
Quiero luchar, vencer y vivir
pero sin descanso creo que muero
y al Cielo aún no quiero ir,
así que... caliéntate el puchero
y déjame un ratito dormir.
Esta tarde por lo que espero,
mucho trabajo veo venir.
Te quiero. (La esposita).
Si llego a saber el desenlace la
hubiese puesto antes. Aunque para otra vez no me va a servir la
misma, tendré que cambiar el tercio.
Mari Carmen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario