Señor, Tu bondad infinita, e infinito cariño.
Tu mano protectora que ilumina mi
camino.
Tu manto Santo que me cubre como aliño
de las trampas feroces que conlleva mi
destino.
Señor, Tu bien sabes de mi pobre
desatino,
donde siento miedo, como si fuera un
niño.
Pero yo confío Señor en tu hacer
divino,
de justicia suave como piel de armiño.
Mi corazón, apretado en mi corpiño
y mi alma que apenas florece tino
pide tu alimento y a mis palabras
ciño:
Gracias, Señor, por Tu pan y vino.
Mari Carmen.