Bendita incontrolada inocencia,
asomaba por los poros de su piel,
en sus ojos, se leía su conciencia,
blanca, pura, al igual que la de él.
Mas la astucia de años y ciencia,
ensombrecieron esa blanca luz
que hacía brillar con transparencia,
sus almas, a través del tragaluz.
Bendita incontrolada inocencia,
¡Bendita! Qué poco tiempo duró.
Llegó la maldita inconsciencia
y de un golpe seco la mató.
Mari Carmen.
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