miércoles, 16 de septiembre de 2015

La mujer fuerte

Era la mujer fuerte con apariencia frágil
y todos lo sabían pero se lo callaban
para no herir la honra confitera del hombre
que más que cualquier otro se ponía a sus plantas.

Era serena, honesta, distinguida y atenta,
hacía de consuelo, memoria y secretaria,
siempre en segundo plano por decisión sublime
de sentirse por él… madura y realizada.

Como ángel de la guarda del fuego del hogar
cuidaba que la llama del amor no faltara,
archivaba la historia, decoraba el paisaje
y en cada obra el ánfora de su gracia volcaba.

Me acuerdo de aquel rostro, limpio como las rosas,
de aquel andar preciso y a la justa distancia,
de aquella mano blanca a la infancia extendida,
de aquella compostura, tan noble como grata.

Podía compararla con Gabriela Mistral,
con Delmira Agostini, con Teresa de Ahumada,
con Ruth la moabita, con Esther y Judith,
con Gloria, con María, con Magdalena y Clara.

Ella era para él. Él para ella era.
Yo no he visto en mi vida pareja más amada,
en los trabajos, juntos; en las penas, unidos;
si gemelos sus sueños, tan gemelas sus almas.

Y siempre ambos al tanto del prójimo cercano,
bañados en el aura de la luz bañezana,
y siempre de puntillas, sin hacerse notar,
como el agua y el alba, dando todo por nada.

Hoy esa “mujer fuerte” que la Biblia esculpiera
en “cantar de cantares” y en “proverbios” sin mácula,
se erige como ejemplo de gacela en la sombra,
como la bien plantada por calles y por plazas.

Ver los libros de oro escritos en su nombre,
ver la tibia tahona que su aroma derrama,
ver el jardín que exalta su ternura inconsútil,
ver su perfil magnánimo de doméstica estatua.
En la ausencia se crece, en la ausencia perdura,
en la ausencia está viva porque vive quien ama
y todos son recuerdos de sus bondades pródigas
desde que ella se fue a regiones más altas.

¿Quién la encontrará y dónde? ¿Quién mantendrá su hacienda?
¿Quién tanta diligencia mostrará en aumentarla?
Procuró el bien a todos, vale más que las perlas,
confió en su marido y le dio confianza.

El fruto de su vida fue la sabiduría,
el honor, la virtud, la verdad, la elegancia;
se entregó como flor de primavera efímera
dejándonos su última literaria fragancia:

Charín de Luna, Cielo, Corazón, Sol y Estrella,
su lámpara está ardiendo, ni de noche se apaga,
su palma al indigente continúa asistida,
abre los corazones y en cualquier puerta llama.

Capitel de Conrado, Corona de oro en paño,
Joyera inmaculada, Columna fiduciaria,
vayan por ti estos versos torpes pero sinceros
por los que a nadie, ay, le arriendo la ganancia.

 
Pseudónimo: “In memorian”

1 comentario:

Mari Carmen dijo...

Muy bonito, gracias por tu aporte.