contemplar tu tez rosada,
cruzarme con tu mirada
y entre mi pecho abrazarte.
Qué no daría, mi dulce amada,
por pegarme a tu mejilla,
servirte de almohadilla,
incrustado en tu morada.
Que no daría, mujer sencilla,
si, ni tan siquiera con enojos,
dejan de iluminar tus ojos,
ni esa sonrisa que en ti brilla.
Que no daría, por quitar cerrojos
y en mi lumbral yo te viera,
mi tierno amor, mi ceguera,
sentir el aire de tus labios rojos.
Que no daría... mi vida entera,
por posar en tu boca un beso,
que no daría, mi amor, por eso.
Que no daría, que no te diera.
Anónimo.
1 comentario:
¡Ay! Qué bonitooo maree! le vas a echar la pata al Navegante. ¡Ufff! qué calorr!! Si a mi me dicen esto me da un "yuyu".
Ahora en serio Anónimo, es precioso tu poema. Gracias por usar este rinconcito para ponerlo.
Muchas gracias.
Un cordial saludo.
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