El día que yo muera, quisieran que me
entierren,
detrás de una colina donde se guardan
las penas,
quisiera que en cada mañana saboreen
mis sueños,
Y en las tardes del Sol acaricien mis
recuerdos.
No quisiera que lirios secos marchiten
mis besos,
aquellos que un día entregué a las
estrellas.
Quiero las flores frescas que renueven
ilusiones,
que expandan al mundo entero mis versos
escondidos.
Yo no nací para las piedras dormidas,
ni para los helechos que crecen
agobiados en distancias,
quiero que mis versos dancen en la
luna, clamando para el mundo una nueva vida.
Quisiera saborear pedacitos de caminos,
para masticar recuerdos.
Yo amé al cielo y su inmensidad de
misterios, coqueteé con la luna
por su romanticismo que siempre espera.
Disfruté de la llovizna para que
humedecieran mis lágrimas,
y me llenaron también de vida, de una
vida inmensa que aún vivo
y no despierto.
Yo amé a una mujer que me dio su amor
sin fallas,
adoré a mis hijos porque de ellos
respiró mi alma,
aunque tuve pocos amigos, los
suficientes, para atenuar mi calma.
El día que yo muera quiero trocitos de
luna nueva,
rayitos de estrellas lejanas,
algún lucero que me recoja y no me
pierda,
quiero el sueño eterno con la mujer de
mis días,
quiero que mis hijos nunca se
arrodillen en alguna quebrada,
que desafíen a los vientos, a las
piedras y a los falsos sueños.
¡Eso sí! Quiero mis poemas que me
acompañen a lo eterno,
No quiero soñar solio, quiero que mis
versos me den alas de recuerdos.
El día que yo me muera, no me
entierren en las penas,
porque creo que todas en la tierra las
he comido,
quiero morir tranquilo...
Enterrado en mi destino. Solo...como
Dios a querido.
Alma desnuda.
1 comentario:
Personas como tu no mueren, siempre quedan en el recuerdo. Bello.
Gracias.
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