Doy gracias a nuestro amigo Antonio Martínez Meseguer por compartir con nosotros un cachito de su vida, narrada en esta bonita historia. La veréis también publicada en su Facebook pero ha tenido la gentileza de dar a "Sucina. Poetas y derivados" la primicia.
Transcurría la década de los setenta cuando un servidor se trasladó a El
Palmar a realizar sus estudios. Había clase por la mañana y por la
tarde, por lo que mi madre me preparaba "la capaza" con almuerzo y
comida. De esta última, daba buena cuenta en diversos
lugares: bajo un limonero, en una acera, etc. Un día mi buen compañero,
Antonio Zamora Bastida, que está en la foto, me pidió que le acompañara
a su casa para ayudarle en un trabajo. Era una excusa planeada por él y
su madre, la mujer de la foto, La Tata para
todo el mundo, para invitarme a comer con ellos. Cómo me tratrarían que
estuve comiendo allí durante casi cinco años y bastantes noches me
quedé a dormir. Esta mujer, mi Tata, no sólo me quiso como a sus hijos,
también me trató igual que a ellos. No pasaba
santo o cumpleaños sin que me hiciese buenos regalos, y cada año Los
Reyes Magos dejaban en aquella casa algo para mí.
Me gustaría tener la pluma de Lope De Vega, de Bécquer o de Miguel
Hernández para poder expresar como ellos todo el agradecimiento y todo
el amor que hay dentro de mi corazón hacia esta familia tocada por la
mano divina de Dios. ¡Qué buen hombre Esteban!, esposo
de mi Tata y que se encuentra junto a ella, en el cielo. ¡Qué
estupendos hijos Fernando, mi compañero Antonio y Fina, derrochadora de
bondad y con un corazón que emana ternura como pocos! Por supuesto que,
¡vaya nietos! Recuerdo con mucho cariño a Teodorica,
para quien yo era su otro tito Antonio. Los demás han venido después y
he tenido menos contacto con ellos. Y ¿qué decir de mi Tata? A ella le
dije en muchas ocasiones que la quería igual que a mi madre. Más veces
me dijo ella que me quería como a un hijo.
Cuando después iba a visitarla con mi familia, cómo trataría a mis
hijos que, al día siguiente ya me estaban preguntando: -papá, ¿cuándo
vamos otra vez a ver a La Tata?
-Tata de mi corazón, aunque estás en el cielo, sé que me ves y me oyes,
por eso, con lágrimas en los ojos y sonriendo mi alma te digo: ¡te
quiero! Y doy gracias a Dios divino por haberme dado el privilegio de
tener DOS MADRES.
Antonio Martínez Meseguer.
2 comentarios:
Qué bonita historia y cuánto cariño se les tiene ¿Verdad?
A mi también me pasó en mi niñez con mis titos y mis primas.
Muchas gracias.
Muchas gracias a ti. Sí, mucho cariño y agradecimiento.
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