Yo te bendigo,
Amancio Ortega,
gallego que vistes
y das de comer a la gente
obrera.
Estoy contigo
en esta brega
fuerte y notable
a la que te entregas
sin pedir más a cambio
que tu soldada, ea,
aunque algunos mastuerzos
se te sulivellan
soltando tonterías
sobre tu buena estrella.
Ni los minusvalores
ni pienses que aciertan,
que tú a lo tuyo y a los
tuyos
es la cuestión primera
a resolver en casa
y en cada tienda, prenda
por prenda,
a ver si de una vez
se enteran
de lo que vale Zara:
una montonera
de euros repartidos…
hasta en las dos Coreas.
¡Qué fatiga, Amancio,
Amancio Ortega,
pasarse produciendo
la vida entera
y que tan pocos
te lo agradezcan!
¿Qué tú eres rico
y así cualquiera?
Que aprendan ellos,
que aprendan ellas
a llevar un negocio
de tal manera.
Sigue aunque aúllen
las viperinas lenguas
de los envidiosos
por lo abultado de tus
rentas,
pues muchos viven
a tus expensas
con las espaldas
bien cubiertas
tildándote de abusos
y prepotencia
con mala saña
y sin vergüenza.
Anda y que les den
de lo que de ti se quejan
los políticos nuevos y
viejos
de sueldo opaco y tarjeta
negra.
¿De cuándo a acá
Apuleyo Soto.
1 comentario:
¡¡Ayyy!! Qué mala es la envidia.
Gracias amigo.
Un abrazo.
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