jueves, 13 de junio de 2024

14 Junio

 

14 Junio

Nuestro buen amigo segoviano José Ángel González Linares con el premio al mejor escrito. El muy “pillín” se lo tenía guardado.

Con su permiso lo subo a la palestra porque os vais a mondar de risa con este divertido relato.

Un premio muy merecido. ¡Enhorabuena José Ángel!

UN AUTOESTOPISTA EN EL
CAMIÓN DE EDWARD

¡Por San Cristobalón, proclamo que solamente me montarán a rastras en un camión con el volante a la derecha!
Yo tenía entonces dieciséis años y hacía autoestop a menudo, ya que lo más valioso que llevaba en mis bolsillos eran un monedero ajado con unas cuantas monedas, un pañuelo azul claro bordado por mi madre para secarme el sudor y un moquero blanco.
Esos rememorados años en los que practiqué autoestop con aquellas personas que conocí en esas circunstancias han marcado un periodo de mi vida, especialmente mi relación con algunos camioneros, con los que he fraguado una buena amistad.
Si tengo que escoger una experiencia que me sobrecogió sería la que viví a mediados de septiembre de 1976. Recuerdo que una luminosa mañana de las postrimerías de aquel verano me puse a hacer dedo al lado de una gasolinera a la salida de Collado Villalba (Madrid) con un trozo de cartón en el que había escrito SEGOVIA con un rotulador en grandes letras.
A la media hora me paró un camión que conducía un treintañero bigotudo, rubio y fornido y me dijo en un español macarrónico "yo iré Segovia hoy y continúe mañana viajo London".
Metí la maleta detrás de mi asiento y me senté a su lado izquierdo. ¡Ay, la burra de Balaam, el volante estaba a la derecha! En ese momento no sabía la que se me venía encima.
Farfulló que se llamaba Edward, era de Londres y transportaba diversas mercancías desde Madrid. Yo le comenté que de Londres surgió el grupo musical los Rolling Stones, al igual que los Moody Blues eran de Birmingham o los Beatles, de Liverpool. El rubiales londinense se alegró de que siendo tan joven entendiera tanto de rock, ya que llevaba una interesante variedad de cintas de música de pop y rock, que escucharíamos en el trayecto y así mitigaríamos la monotonía.
Me presenté: me llamo José María y nací en un pueblo segoviano de fértiles vegas regadas por el río Duratón, cerca de Sacramenia. Mi pueblecito reposa en un valle y está rodeado por la Comunidad de villa y tierra de Fuentidueña.
Edward me ofreció un cabás lleno de casetes y yo elegí una para oírla: "Bridge over troubled water" ("Puente sobre aguas turbulentas") de Simon y Garfunkel. Desde el primer momento que escuché la cancion, en mi cabeza de adolescente, me conmovieron estas estrofas: "Estoy a tu lado cuando los tiempos son difíciles y los amigos no se encuentran. Como un puente sobre aguas turbulentas me asentaré. Ha llegado tu hora de brillar. Todos tus sueños están en camino".
Al cruzar el túnel de Guadarrama me entró un repentino escalofrío, mal presagio de ese día aciago, pero las anheladas montañas copadas de pinos y robles, entreverados con matorrales, de la sierra hermanada madrileña y segoviana elevaron mi ánimo. Puro encantamiento de vegetación en su esplendor.
La planicie castellana, pintada de rastrojos y girasoles y salpicada de encinas, majuelos, chopos y arbustos, se diseminaba cual parva quieta hasta el horizonte de los montes leoneses.
El páramo agreste se disipaba en la lejanía y con este paisaje bucólico vinieron a mi mente los "Campos de Castilla" machadianos, definidos por el añorado y bondadoso poeta sevillano con agudeza, atemporalidad y visión atinada y desgarradora.
Estos parajes de lozanas hondonadas y frondosos montes de gabarreros, que ahora contemplábamos, teníamos que gozarlos acompañados de la música de un grupo de folclore segoviano, que en sus tempranos años ya despuntaba en el panorama musical español. Saqué de mi bolsa bandolera la cinta del "Romance de El Pernales" de Nuevo Mester de Juglaría y le consulté a Edward si la podíamos escuchar. Asintió con la cabeza y después de unos cuantos minutos empezó a tambolirear con sus dedos en el volante, siguiendo el ritmo de una jota.
Nos encontrábamos cerca de San Rafael y al adelantarnos un Seiscientos blanco nos llevamos un buen espanto, ya que se había pegado demasiado al camión. Busqué entre las cintas que llevaba la de Led Zeppelin IV y la introduje en el radio cassette. Si había que subir al "otro barrio" qué mejor que con "Stairway to heaven" ("Escalera al cielo") o si no, alcanzar la trasmutación con “El Mesías” de Haendel. Ya puestos a pedir, Mozart con su "Réquiem" también podía salir a nuestro encuentro.
En la lontananza atisbábamos la velera silueta del alcázar señero segoviano; la majestuosidad pétrea del acueducto romano cobijaba bajo sus arcos a las casas y a sus moradores; la dama gótica, catedral etérea y perenne, nos lanzaba destellos prístinos de sus cúpulas altivas y nos acogía dándonos la bienvenida.
En las inmediaciones de la ciudad de Segovia un Renault 5 nos adelantó temerariamente y Edward tuvo que maniobrar con pericia para evitar la colisión, pero nos salimos, desolados, de la carretera. Edward se disculpó resignado, atusándose su bigote distraídamente y mascullando algunas palabras en inglés.
El muñeco bailongo de Elvis Presley del salpicadero salió disparado y se estampó contra la luna delantera; por desgracia, Elvis se había partido su pelvis obscena.
Mi primer pensamiento fue tomar las de Villadiego, pero había cogido cariño a Edward y no podía dejarle solo en la estacada. Así que esperamos cabizbajos que acudiera en nuestra ayuda la Guardia Civil de Tráfico.
Un jotero Mesteril



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