24
Agosto
LLUVIA
DE TARDE EN RUSSADIR
Y
cuando la lluvia acaba en la playa
y
se funde con el mar fenicio,
un
aluvión de palabras me desborda,
se
escapan indómitas de mi ser
como
la lava encendida del horizonte
al
socaire del Cabo de Tres Forcas.
En
su camino, la luz tierna y arenosa
refresca
el herrumbroso momento
en
el que la incertidumbre cierra la salida,
entre
la mañana y la noche,
dejando
reflejos blancos en el alma,
mientras
las abejas revolotean
ingrávidas
sobre las espigas del mar.
No
hay que desfallecer
ni
sentirse derrotado en la orilla,
siempre
llega el olor a certeza
conde
el corazón amigo ama
con
la fuerza sobre el rocío centenario.
A
diario me acompaña el alba,
cambiando
mi vida por la dicha
de
existir sin derrotas ni escarcha.
Y
en este septiembre de alianza,
con
la necesaria luz, oigo al mar
que
llega a mi pecho con el oleaje
que
fluye para abrazarme a ti.
¡Qué
extraña canción de espumas
cargada
de tiempo, luz y vida
case
sobre mis ojos, salvándome!
Me
dice que vivir sin poesía,
sin
retratarme ante ti,
agrieta
mi lengua y mi paz.
Y
hoy me abro camino
entre
las horas atrincheradas
en
las oscuras callejuelas
de
la mar abatida y gris,
invadiendo
el territorio marino
dibujado
con apresurados besos
y
navegando sobre el deshielo
de
la incertidumbre y la tristeza.
Saldo
corriendo para alargar la luz
sobre
la costa sin fobias
donde
entreveo la hondura
del
silencio y nuestro vértigo.
Te
juro, amor, que tiré por la borda
la
voz quejumbrosa y desolada
que
destruía las formas puras
y,
a veces, crispadas de mi corazón.
He
quemado hasta el fuego
para
liberarme del dolor de la ausencia,
de
la agónica ruina de lo inexplicable.
Mis
versos de cada tarde
los
que escribo con inspiración,
transcriben,
a golpes, mi sentir,
la
preocupación de despertar mi memora
con
la nitidez de quien agradece,
satisfecho,
el oficio de seducir con letras.
Vivo
para contemplar la belleza
que
emana de las aguas azules,
encumbrada,
osadamente,
en
mis poemas, haciendo vibrar
el
mismo aire que susurra
en
la arquitectura de la mañana.
¿Quién
mejor que vosotros, lectores,
para
adentraros en la marea de mis versos?
Miguel
Checa