sábado, 23 de agosto de 2025

24 Agosto

 

24 Agosto

LLUVIA DE TARDE EN RUSSADIR

Y cuando la lluvia acaba en la playa

y se funde con el mar fenicio,

un aluvión de palabras me desborda,

se escapan indómitas de mi ser

como la lava encendida del horizonte

al socaire del Cabo de Tres Forcas.


En su camino, la luz tierna y arenosa

refresca el herrumbroso momento

en el que la incertidumbre cierra la salida,

entre la mañana y la noche,

dejando reflejos blancos en el alma,

mientras las abejas revolotean

ingrávidas sobre las espigas del mar.


No hay que desfallecer

ni sentirse derrotado en la orilla,

siempre llega el olor a certeza

conde el corazón amigo ama

con la fuerza sobre el rocío centenario.


A diario me acompaña el alba,

cambiando mi vida por la dicha

de existir sin derrotas ni escarcha.

Y en este septiembre de alianza,

con la necesaria luz, oigo al mar

que llega a mi pecho con el oleaje

que fluye para abrazarme a ti.

¡Qué extraña canción de espumas

cargada de tiempo, luz y vida

case sobre mis ojos, salvándome!

Me dice que vivir sin poesía,

sin retratarme ante ti,

agrieta mi lengua y mi paz.


Y hoy me abro camino

entre las horas atrincheradas

en las oscuras callejuelas

de la mar abatida y gris,

invadiendo el territorio marino

dibujado con apresurados besos

y navegando sobre el deshielo

de la incertidumbre y la tristeza.


Saldo corriendo para alargar la luz

sobre la costa sin fobias

donde entreveo la hondura

del silencio y nuestro vértigo.

Te juro, amor, que tiré por la borda

la voz quejumbrosa y desolada

que destruía las formas puras

y, a veces, crispadas de mi corazón.

He quemado hasta el fuego

para liberarme del dolor de la ausencia,

de la agónica ruina de lo inexplicable.


Mis versos de cada tarde

los que escribo con inspiración,

transcriben, a golpes, mi sentir,

la preocupación de despertar mi memora

con la nitidez de quien agradece,

satisfecho, el oficio de seducir con letras.


Vivo para contemplar la belleza

que emana de las aguas azules,

encumbrada, osadamente,

en mis poemas, haciendo vibrar

el mismo aire que susurra

en la arquitectura de la mañana.

¿Quién mejor que vosotros, lectores,

para adentraros en la marea de mis versos?

Miguel Checa

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