Cambiando el nombre de los personajes este escrito está basado en hechos reales.
Dedicado con todo mi afecto a éstos amigos de juventud. A pesar de haber dejado el contacto con el paso de los años la amistad y el cariño perdura para siempre.
¡Ay! Cómo estamos de vientos,
ni tantos, ni tan pocos.
Vaya una juventud de locos
aquella de los viejos tiempos.
Recuerdo bien esa noche
que cenamos en casa,
dos parejas, mas un amigo,
con dos mamás puestas de asas.
Buena cosa, ¿dejarnos solos?
¡Ni pensado, ni imaginado!
Las madres con los pololos
y algún que otro candado.
Finalizada la cena; el amigo dijo:
- Aprovechando que allí es fiesta
vamos al Pilar de la Horadada -.
- ¿Pero qué dices hijo?-
-Contesta una madre malhumorada
erizando toda la cresta-.
- ¿A dos parejas solas, mas otro mas?
De eso nada. ¡Ni hablar!-
- ¡Por Dios! Si se entera tu padre
que te he dejado salir sola…
Vamos, con tu novio, tu amiga,
mas el novio de ésta y el amigo -
- Que venimos temprano Lola
A las diez. No hay mas miga.
Cuido de las parejas, os lo digo- .
Y así emprendimos el viaje,
cinco metidos en un R-8.
Las viejas quedaron sin baraje
a ver si estropeábamos el cho…
por no estar ellas delante.
Y justito al cruce llegar,
el coche se paró en seco,
ni a delante ni hacia atrás
ni empujando ni remolcando,
dejándonos los cinco el pellejo.
- Pues toca hasta el pueblo andar -,
que había un buen trecho.
La Mariana y yo a rezar
por volver antes que al lecho
el padre se fuese a acostar.
Siempre hay personas buenas,
de aquella, jamás me olvidaré,
ya pasaron muchas Nochebuenas
y este hombre bien recordaré.
Ese buen señor vestido de etiqueta,
de fiesta, con sus hijos y su mujer,
desabotonó su elegante chaqueta,
cuando otro le dijo a su vez:
- “Estos jóvenes tienen un apuro” -
Aquel hombre dejó las fiestas
y sin cobrarnos ni un duro,
agarró sus herramientas
dejando el coche seguro
para regresar a Sucina.
Pensando en el papelón,
ya las once y bien se siente,
mamá Lola y mamá Valentina
estarían varios días de morrón
y de castigo otros veinte.
La calle silenciosa y de apagón,
la puerta abierta de par en par
todas luces de casa encendidas.
Temblorosas, llamamos sin cesar
¡Mamá, mamá! ¿Estáis escondidas?
Es que se nos ha roto el coche,
en el cruce nos dejó tirados,
ni café, ni fiesta, ni derroche,
ni avellanas, pitos, ni torrados.
¡Mamá, mamá! ¿Estáis fuera…?
Nos asomamos a la esquina,
entonces solo era tierra, loma,
algo parecido a una era,
y vemos a Lola y Valentina
que solo el blanco culo les asoma
con los nervios en cagalera.
Mari Carmen.