Abro
mucho la boca y digo Madre
con
los labios, los dientes y la lengua
desnebulando
el cielo palatino
a
golpes de encumbrada transparencia.
Se
me queda la e temblando sola,
enmielada
lo mismo que una abeja,
y
repito que Madre es la más mía
de
todas las palabras de la tierra.
Madre
vuelve a sonar cada mañana
entre
una luz y una ternura inmensas,
cuando
los ojos y los besos se abren
y
exclamo Madre y ella está dispuesta
a
cogerme la mano dulcemente
camino
de la vida y de la escuela:
Tan
largas como cortas se me hacen
sus
vías para siempre paralelas.
Nos
acercamos como dos en uno
al
umbral en que es reina la
Maestra,
y
un cuchillo de plata nos separa
como
a las ramas llenas de hojas presas.
Madre
se va en el aire balanceándose,
Madre
cruje en mi alma y se serena.
Nunca
me haré mayor. Soy su regalo.
Arrúllame,
Mamá; dime: “pequeña…”
Apuleyo Soto.
1 comentario:
Un regalo precioso a mamá.
Me encantaron los versos.
Muchas gracias por escribir en este humilde rinconcito.
Un abrazo
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