“PENSIÓN FLORA”, DE
APULEYO SOTO, PRESENTADA EN MADRID
Tuvo lugar el 5 de abril
de 2016 en el Colegio de Doctores y Licenciados, Fuencarral, 101, por
Emilio Pascual, Santiago López- Navia y Aurora Campuzano.
AUTOCRÍTICA DEL AUTOR
Mis padres literarios de
la “Generación del 98”, y entre los más amados y leídos
Machado, Valle Inclán, Unamuno y Azorín, se habrían carcajeado a
mandíbula batiente al observar cómo los he puesto y dispuesto en un
viaje de la periferia costera al “poblachón manchego” o
“rompeolas de las Españas”, juntándolos “una noche de
invierno” en la Pensión FLORA, cercana de la estación
ferrocarrilera de Atocha.
También mi compadre
Federico García Lorca, que dictaba unas conferencias sublimes sobre
el Arte de Talía, habría brincado de emoción contemplando cómo su
discípulo manejaba diestramente el verso encajado en la carpintería
teatral.
La verdad es que las
bondades que pueda contener PENSIÓN FLORA son más debidas a ellos
que a mí, su dócil aprendiz.
Y al igual que los
dramaturgos del pasado siglo, que publicaban en ABC una autocrítica
en el día vesperal del estreno, voy a tratar de explicarme,
exponiendo sucintamente los motivos,
antecedentes y fines
que me llevaron a edificar la Obra y perfeccionarla hasta el culmen.
¿Motivos? Plasmar el fin
del siglo XIX, tan convulso y derrotista (por la pérdida de las
últimas colonias españolas de Ultramar) como este renaciente 2016
en el que toda irresponsabilidad política tiene su asiento y sus
voceros procaces.
¿Antecedentes? Mis
lecturas secretas en el internado de La Salle, aquí cerca, en
Griñón, donde un profesor cómplice que se había educado en Roma,
me pasaba bajo cuerda y al despiste del Director “las Divinas
palabras” y “Cara de Plata” de Valle, los ensayos agónicos de
Unamuno, las “Soledades y otros Poemas” del bueno de don Antonio,
la trilogía de “La busca”, del impío expanadero anticlerical
Baroja o “los primores de lo vulgar” que publicaba Azorín, junto
a sus levantiscas “crónicas parlamentarias”. Desde entonces,
desde aquella infancia recluida, mucha tinta negra y roja más ha
corrido bajo mis ojos.
¿Fines? Quizá uno solo,
pero nuclear, explosivo: ser el redentor de esta sociedad relativista
y ambigua carente de valores como la honestidad, la honorabilidad o
la verdad. El teatro es catártico o no cumple su función principal.
Si además le rociamos con unas gotas de humor satírico, mezcladas
con Poesía, es decir, con un lenguaje alquitarado, pues tanto mejor
para el seducible espectador orteguiano.
Si yo lo he conseguido,
que –perdonadme el autoaplauso- creo humildemente que sí, gracias
sean dadas a los dioses del Olimpo y a las Musas del Helicón, en
especial a Talía, Tersícore, Euterpe y Polymnia.
No más puedo añadir
después de que Aurora Campuzano, Emilio Pascual, Basilio Rodríguez
Cañada y Santiago López-Navia hayan diseccionado con su sabiduría
habitual de profesores mi texto cómico-dramático, que espero ver un
día expuesto en un corral nacional. Y antes que en ninguno, en el
“Juan Bravo”, de mi adorada Segovia, si la Diputación lo
prefiere.
(A continuación se
escenificó el CUADRO V de los once que componen la Obra, actuando la
actriz Ana Galisteo como una FORNARINA valleinclanesca, muy sensual,
en el Callejón del Gato de los espejos cóncavos de San Ginés, de
cabe suponer que el Don Ramón de las barbas de chivo se inventó EL
ESPERPENTO.)
Apuleyo Soto
1 comentario:
¡Enhorabuena! D. Apuleyo, por cierto... yo quiero un ejemplar, donde lo puedo adquirir?? y si es posible que sea dedicado y firmado, jeje.
¡FELICIDADES! Gracias por estar en este rinconcito.
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