7 Enero
LAS ABARCAS DESIERTAS
Por
el cinco de enero,
cada enero ponía
mi calzado cabrero
a la
ventana fría.
Y encontraban los días
que derribaban las
puertas,
mis abarcas vacías,
mis abarcas desiertas.
Nunca
tuve zapatos,
ni trajes, ni palabras:
siempre tuve
regatos,
siempre penas y cabras.
Me vistió la pobreza
me
lamió el cuerpo el río,
y del pie a la cabeza
pasto fui del
rocío.
Para el cinco de enero,
para el seis, yo quería
que
fuera el mundo entero
una juguetería.
Y al andar la
alborada
removiendo las huertas,
mis abarcas sin nada,
mis
abarcas desiertas.
Ningún rey coronado
tuvo pie, tuvo
gana
para ver el calzado
de mi pobre ventana.
Toda gente
de trono
toda gente de botas
se rió con encono
de mis
abarcas rotas.
Rabié de llanto, hasta
cubrir de sal mi
piel,
por un mundo de pasta
y unos hombres de miel.
Por
el cinco de enero,
de la majada mia
mi calzado cabrero
a la
escarcha salía.
Y hacia el seis, mis miradas,
hallaban en
sus puertas
mis abarcas heladas,
mis abarcas desiertas.
Miguel Hernández
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