domingo, 5 de octubre de 2025

6 Octubre

 

6 Octubre

Del libro “Leyendas de Toledo” por Cristino Vidal.

LA LEYENDA DE PEDRO DE SOLARANA

El siglo doce mediaba

cuando a Toledo venía

un monje y en compañía

de su hermano se instalaba


con él en nuestra ciudad,

en la que se acomodaron

enseguida y se alegraron

por la mucha cantidad


de monumentos que había

para poder visitar,

como su historia estudiar

y por eso su alegría.


Sordomudo era el hermano

desde que nacido hubiera

y no encontraba manera

nunca de ponerse sano.


El nombre de este señor

es Pedro de Solarana,

al que gustaba con gana

dar vueltas alrededor


de iglesias y conventos,

sinagogas y mezquitas

donde realizar visitas,

pues de todo ello hubo cientos.


Por una iglesia pasó

y a través de una ventana

salía cierta mañana

una luz que le cegó,


llamándole la atención

por ser la luz tan brillante

que salió en aquel instante,

es decir, de sopetón.


Por curiosidad entró

y llegó hasta una capilla,

sentándose en una silla

y a los rezos se entregó.


La Señora de la Antigua

era allí la titular

y a ella se puso a orar

una vez que se santigua.


La misa en rito romano

celebraban ese día

y lo del rito sabía

porque era de un monje hermano.


Junto al altar llegó a ver

la figura majestuosa,

espectacular, hermosa,

de una divina mujer.


Le dijo con la mirada

que se pusiera a su lado

y fue a ponerse al costado

de mujer tan agraciada.


Quien oficiaba la misa

también se puso a su lado

como si fuera un mandado,

con agradable sonrisa


y tocándole el oído

un gusano le sacaba

y al momento ya sanaba

pues escuchaba ya ruido

y además perfectamente,

por lo que asistió a la misa,

saliendo más que deprisa

después e inmediatamente


se fue al convento corriendo

a decírselo a su hermano

al que tomó de la mano

entre llorando y riendo.


Aquella hermosa señora

realmente era María,

la Virgen, y ella sería

de ese milagro la autora.


Pasaba al día siguiente

por la iglesia paseando

y cerca de ella fue cuando,

el cura, que está presente,


en la iglesia le hace entrar

y allí de nuevo veía

la faz de Santa María

que comenzaba a brillar.


Ahora el milagro fue

que la voz la recordaba

y ya en consecuencia hablaba,

acrecentando su fe.


Como había recobrado

el poder hablar y oír

a la Virgen fue a decir,

grandemente emocionado.


Madre de Dios, viene a darte

tu indigno hijo y siervo ahora

las gracias, ¡Oh, gran Señora!,

y a prometer venerarte


durante toda la vida,

pues sordo y mudo me viste

y ese milagro que hiciste

ya al mundo me dio salida.

Cristino Vidal

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