9 Septiembre
AMAR EL PRÓJIMO
De qué me sirven tantos ministerios
que enaltezcan mi nombre en la asamblea,
de que me sirve que algún devoto crea
que yo soy un experto en los misterios.
De qué me sirve vivir con más decoro
cosechando en la vida galardones,
de qué me sirven tantas oraciones
si allá en la eternidad nada atesoro.
Si al humilde lo miro con tibieza
y al que llora le soy indiferente,
si no siento el temor del indigente
ni me duele el dolor de la pobreza.
De qué me sirve gritar a cada instante
que amo a mi Dios con alma y corazón,
pero al juzgar me falta compasión
y persigo sin tregua al inmigrante.
De qué me sirve dar lo que yo aporto
para todas las obras eclesiales,
y asistir a las misas semanales
si frente a la injusticia quedo corto.
Si no comparto el techo, ni mis bienes,
y no abrazo al que llora solitario,
si al sufriente no miro solidario,
y, no busco, compartir mis parabienes.
De que me sirve ofrecer el mejor ramo
y adorar, de rodillas, al Dios vivo,
de qué me sirve ser cristiano activo
si al prójimo, en la práctica, no amo.
Si no trato con respeto a todo niño,
y al joven no le apoyo el potencial,
si, en el centro del ámbito social
no trato a los ancianos con cariño,
De qué me sirve dar mi vida en pos
de la fútil noción de un cielo vano,
si no se amar a Dios en el hermano,
no puedo pretender amar a Dios.
Vivamos la existencia siendo buenos
llenando de contexto nuestras vidas,
tratándole al herido sus heridas,
para poder llegar, al cielo, plenos.
Luís Salvador Trinidad
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