A
esos despojos de su alma y de su cuerpo que han quedado esparcidos por
ahí: es la realidad tan incierta, destrozada e inmortal de sus
recuerdos, de sus gestos, sus palabras o tal vez algunos retazos de
objetos;
una libreta,
un encendedor,
una foto,
un lapicero.
O simplemente la fragancia esparcida caprichosamente de algún perfume, la melodía querida de una canción olvidada, el murmullo lejano de sus palabras.
Son pequeñas cosas, si, y muertas tal vez, pero ahora ennoblecidas por la ausencia y la separación eterna, tienen el poder suficiente para evocar esos momentos tan mágicos pudiendo obrar milagros enteros. Devolviéndonos por un instante, aunque efímero; la presencia fugaz, inasible y desesperadamente presente de aquella persona.
una libreta,
un encendedor,
una foto,
un lapicero.
O simplemente la fragancia esparcida caprichosamente de algún perfume, la melodía querida de una canción olvidada, el murmullo lejano de sus palabras.
Son pequeñas cosas, si, y muertas tal vez, pero ahora ennoblecidas por la ausencia y la separación eterna, tienen el poder suficiente para evocar esos momentos tan mágicos pudiendo obrar milagros enteros. Devolviéndonos por un instante, aunque efímero; la presencia fugaz, inasible y desesperadamente presente de aquella persona.
Alma desnuda