Me ha gustado que el Rey
Felipe VI, en el primer año de su proclamación, haya condecorado
con la Orden del Mérito Civil a 38 héroes anónimos, 22 hombres y
16 mujeres, por su contribución social a esta España en crisis
económica y de valores.
Eso es bajarse del trono
al pueblo, darle la mano, reconocerle el mérito de su actuación
diaria extraordinaria y alentar su esperanza en días más solidarios
y mejores. El pueblo, hasta hoy, ha estado con la monarquía y ha
luchado por ella, defendiéndola con su trabajo y con su sangre. (Y
me ahorro repetir las ocasiones, que están en la memoria de todos,
para no alargar el artículo) La heroicidad consiste ahora en ganar
la batalla de la cotidianidad con una conducta ejemplar. ¿Ejemplar?
Pues claro.
Los partidos van a su
bola, pero el Rey ha ido a la bola de todos, piensen como piensen.
Como debe ser en un país plural en territorios, lenguas y
costumbres, unificado en torno a la Corona desde hace ya más de
quinientos años. El Rey se ha mostrado y demostrado como un
ciudadano más, el primero de la fila, eso sí.
¡Viva la nobleza de la
gente llana! Yo la aplaudo. Y aplaudo el gesto real, verdaderamente
sentido de Felipe VI, otorgándole su justo precio: el del
reconocimiento. No hay más ordeno y mando que el de la Ley igual
para todos, en los castigos y en las recompensas.
Apuleyo Soto.
1 comentario:
Para gustos los colores, jeje.
Gracias D. Apuleyo
Publicar un comentario