El Papa
Francisco sigue siendo puntero en la denuncia bancario-capitalista
(pleonasmo) y en la defensa ecologista-medioambiental (otra expresión
excesiva y tautológica)
Estoy con el
campechano Bergoglio en su deseo de limpiar este mundo rampante: el
terrestre, el oceánico y el atmosférico, el campestre y el
urbanita, el agrícola, el industrial y el científico, médico,
literario y artístico. Demasiada basura en todos ellos. Su filosofía
–en este caso nada dogmática- resulta integral e integradora para
la adecuada habitabilidad de las especies volátiles, natatorias,
vegetales y animales.
La casa
grande del planeta azul debe orearse; deben rebajarse los humos
propios del hombre, el mayor depredador y contaminador de la
naturaleza. Y no bastará la encíclica papal, aunque algo ayudará.
Es necesaria la implicación de los gobiernos, sí, pero también de
cada factor humano. “Omnia sunt communia”, que proclamó a lo
bravo un concejal maleducado en su toma de posesión sin saber lo que
decía. El latinajo se lo robó a Santo Tomás de Aquino,
tergiversando su sentido, pues el fundador de la Escolástica solo se
refería a los casos de “extrema necesidad”, y precisamente en
otra dirección distinta a la que aquí nos ocupa: salvar la Casa
Grande y Común de la humanidad. Ahí sí que todos tenemos que echar
una mano.
Hay que
compartir derechos, pero también deberes, y el inmediato deber de
los ciudadanos políticos es proteger los bienes de todos los vecinos
ante los salteadores de patios maravillosos o tabacaleras en desuso.
Menos arrebatacasas y más orden en libertad.
Apuleyo Soto Pajares
1 comentario:
Tendremos que aprender a cuidar "nuestra casa"
Muy bueno, gracias.
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