2 Enero
Todo mi YO cabe en mi nombre
y también todos mis YOES:
el que ahora soy
con nuevas voces,
el que fui en la infancia
y en la madurez –ese otro entonces-
aquel que fui en juventud
de insultantes amores
y el que ahora en la vejez
concentra a los anteriores
con la mágica virtud
de hallarse entre los mejores
por su completud vital
de la muerte al borde.
Apuleyo, qué gracia,
con aciertos y errores,
con verdades y mentiras,
con honras y con honores,
con luces y con sombras,
con lágrimas y con canciones,
con mirtos y con laureles,
con gozos y con dolores,
con aprecios y desprecios,
con espinas y con flores.
¡Cuántos libros sobre mí
y sobre ríos salobres
escribí pisando tierras
y mares del hondo orbe!
¡Cuántas conferencias di
en los círculos lectores!
¡Cuántos poemas compuse
llenos de vidas y voces!
y cuántos lindos artículos
derramé en los Cronicones
como Cronista habitual
de mis tiempos corredores
por desiertos y por playas,
por praderas y por montes!
Hoy que estoy la pluma en ristre
recuerdo los viejos sones
del viento en las arboledas
y oigo pájaros cantores
que enramándose entre ellas
me dan sus sabias lecciones.
Apuleyo, ¡cuántos nombres
de plantas, flores y rocas
conllevo en mis aficiones
por la endiosada Natura
que me regala sus dones!
Apuleyo, como aquel
que escribió “Metamorfosis”
y desde Madaura anduvo
por Grecia y Egipto entonces
para asnarse frente a Focia
el que ya era todo un hombre.
Apuleyo, el mártir santo
desterrado del Santorem
por el Papa Pablo VI
por legendario prohombre.
Termino de darle vueltas
a Apuleyo. En él se esconde
la Literatura presta
a defender a este pobre.
Sea por mí y que se aguante
con semejantes valores:
honradez y honestidad
e inteligencia a montones.
¿Bien hecha su biografía?
Pues a leerlo, collones.
Cuarenta libros ha escrito
como cuarenta ladrones
para robar la cabeza
y el corazón de los hombres.
Nada más por hoy, amigos,
mis señoras y señores.
Que sepáis que siempre estoy
para rendiros honores.
Y con esto me despido:
Es un romance de amores.
Apuleyo
Soto Pajares
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