CRUZANDO EL BARRANCO
Iba cantando tan alegremente,
al final de jornada, complaciente,
montada en una bicicleta vieja,
que mi padre arreglada me la deja
quitando el cuadro que lleva de hombre.
Esa máquina sin sexo ni nombre
me llevaba y traía del trabajo
y como trabajamos al destajo
apurábamos casi hasta el ocaso
y luego aligeramos más el paso
pues de noche pronto se nos hacía,
mis primas en su bici y yo en la mía.
Mi rueda pilló chinarro de orilla,
cruzando el barranco sin barandilla
me caí monumental batacazo,
tan aparatoso fue el costalazo...
¡terminó de repente la canción!
Me quité la tierra de un espolsón
y seguí con mis rasguños cantando,
mi prima Tere que estaba escuchando
miró hacia atrás y dijo: ¿te has caído?
-No. Me olvidé la letra. Y eso ha sido.
Mari Carmen
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