1 Septiembre
Relato del libro “Lecturas al vapor de un café” patrocinado por Aike Escritura Creativa Mar Menor. Biblioteca de San Javier, Murcia.
LA CABAÑA DEL BOSQUE
La suerte les había favorecido a pesar de que familiares y amigos no apostaban porque funcionara.
En medio del bosque estaba esa cabaña de madera atípica y ruda que una pareja atrevida la habían transformado en cafetería con la esperanza de que funcionara el negocio y pudieran comer de ella.
Apartada a varios kilómetros de la civilización, de difícil acceso y solitaria entre árboles gigantescos era casi un reto citarse allí, pero, a la gente le gustaban los retos y las reservas eran numerosas. Recorrer por el monte los últimos tramos a pie con quince centímetros de nieve bajo las botas, lejos del mundanal ruido y donde solo se oye el cantar de los pájaros y el siseo del riachuelo enfoscado en su camino.
Junto a la chimenea, en un rincón discreto, Elisa esperaba a Robert.
Quizás no debería haberle citado aquí. Son tantas las cosas que han pasado entre nosotros, son tantos los recuerdos que me trae esta cafetería cuando era la cabaña de mi abuelo, que no se si ha sido buena idea.
Aquí pasábamos horas y horas charlando mientras nuestros padres cazaban o pescaban en río grande.
Mi abuelo vendió la cabaña, mis padres y sus amigos se fueron distanciando y nosotros también.
Fuimos a Universidades distintas y ahí perdimos el contacto.
- Hola Elisa
- Hola
Le reconocí al momento, no había perdido el brillo de esos ojos azules que tanto me gustaban.
- ¿Cómo estás?
- Bien, gracias, ¿ y tú?
- Bien también. Un poco extrañado por tu cita después de tanto tiempo.
Noté bastante resentimiento en sus palabras. No había atendido sus llamadas. Le amaba demasiado.
- ¿Te va todo bien, Robert?
- Sí, al final conseguí mis logros. Estoy contento. Bueno, bien, no me puedo quejar. ¿Conseguiste tu los tuyos?
- Tuve algunos tropiezos pero lo conseguí. Licenciada y ahora trabajo fijo. Tampoco me puedo quejar. ¿Tienes pareja?
- No, no, aún soy joven para enredarme con nadie. Siempre decía que hasta que no tuviera una estabilidad financiera no tendría pareja y ahora que ya la tengo, la verdad no me apetece.
- ¿Y por qué?
- Tú has influido bastante en ello. Lo siento pero tenía que decírtelo. Me alegro que me hayas dado esta oportunidad. No te imaginas como me sentí cuando no contestabas al teléfono. Cuando desapareciste como si te hubiera tragado la tierra. Ahora después de seis años me pides que hablemos y precisamente aquí, en este sitio que fue nuestro "nidito" de amor. ¿Qué quieres? ¿Acaso te casaste, te fue mal y necesitas consuelo?
- No, no me he casado, ni he amado a nadie como te amo a ti. No te contestaba porque no quería entorpecer tus planes, precisamente por amor.
- Y yo no te puedo sacar de mi mente por más que lo intento.
- Solo te he citado para enseñarte una foto. Después tu decides. Mira qué guapo es, rubio con el pelo rizado, ojos azules y se llama Robert como su padre.
Mari Carmen Olmos
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