24 Septiembre
MAESTROS
Un maestro subió al cielo
y le preguntó al Señor:
Tú, que eres nuestro consuelo,
¿por qué no bajas al suelo
y nos libras del terror?
-Ya bajé a la tierra un día
en el vientre de María
y salvé a la Humanidad
del pecado original
de Eva y de Adán.
-Pues ahora, ay Dios mío,
estamos tan mal que entonces…
y Tú, que bien nos conoces,
deberías redimirnos
de tan grande apostasía,
propia de nosotros mismos.
“Yo soy el que soy”, dijiste,
y así pues, nos redimiste.
Hazlo nuevamente Dios
y límpidos déjanos.
Y pues eres el que eres
y no hay otro como Tú,
¡oh Jesús, Jesús, Jesús!,
sálvanos, que bien pudieres.
Absuélvenos ya del mal
por el que a tierra vinieres,
ese pecado mortal
que tanto contaminó
a los hombres y mujeres
en este mundo traidor.
Yo soy ciertamente el
maestro que te imploró
clemencia para el humano
ser que te traicionó,
y sé que todo es ficción
de poesía de amor.
Baja a la tierra, Señor,
una vez más y que nos…
subamos al cielo ya,
pues esperándonos estás
para allí adorarte, Dios,
por toda la Eternidad.
Maestro, Maestro fuiste,
además de Creador.
Me despido, mi Señor,
a Tus pies dejo pendiente
mi candidez de doctor
y maestro permanente
como la del docto CUR
que me inspiró este poema
y merece por lo tanto que le ponga
SOBRESALIENTE, SOBRESALIENTE, SOBRESALIENTE.
Adiós, mi Dios,
tennos a los dos PRESENTES.
Apuleyo Soto
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