viernes, 6 de diciembre de 2024

7 Diciembre

 

LA PACA

Como dijo el sastre a las tijeras, Aquí hay mucha tela para cortar.

Así le digo yo al lápiz, con el que voy a escribir sobre una mujer tan extensa como polifacética.

Quisiera homenajear a una mujer qué como muchas otras, su vida es digna de la distinción de heroína, sagaz, incombustible, tema de estudio para una tesis doctoral, resumiendo, un ejemplo a seguir.

Contar la vida o la biografía de una mujer de estas, y digo estas, porque hablamos de una raza o generación única, es interminable, así que lo resumiré todo lo posible.

Por la época en que nacieron, la naturaleza humana puso a prueba su potencial, los límites de fuerza y resistencia que llegaron a experimentar bajo la presión de la necesidad, esfuerzos desorbitados para traer el pan a casa, quedaban coletazos de la post guerra, y toda la ayuda que se pudiera aportar era vital para la subsistencia, eran tiempos duros, muchas limitaciones y no existían ayudas, todo dependía del jornal.

Esta mujer no es que sea la que mas a trabajado en el mundo, claro que hay millones que han pasado lo mismo y peor, pero yo solo puedo contar lo que he visto, lo que conozco, muy de cerca, y no todo, harían falta muchos libros, lo sé, porque esta mujer es mi MADRE.

1948, una generación metabólicamente imposible de recrear, fueron las

constructoras y las organizadoras del todo por hacer, mujeres que nacían licenciadas y preparadas para todo, no fueron mucho a la escuela, porque tampoco les hacía falta, aprendían en un solo curso, a leer, escribir, rezar, limpiar, fregar, lavar, planchar, cocinar, geografía y matemáticas, (sumar, restar, dividir y multiplicar) con eso bastaba, para que en unos pocos años, estar preparadas con ajuares y ahorros la etapa de formar una familia.

El campo, las fábricas, almacenes, doncellas servidoras de los señoritos, las que ya no volverían a casa en meses, estas eran las salidas a las que podían aspirar para el porvenir de su futuro, de su hogar.

Recuerdo una de las anécdotas que alguna vez me ha contado; Cuando era soltera, iban a las fincas de recolección en bicicleta, 50 kilómetros a veces

para llegar al tajo, y después de todo el día en la faena, otra vez, ese tocho de kilómetros para regresar a casa y ponerse a las tareas que a su madre no le había dado tiempo a hacer, ¿en serio? me preguntaba yo, por dentro, como lo hacían, de Lunes a Sábado.

YO, nací en el 70, recuerdo ver a los encargados de las fincas, pasar recogiendo mujeres para el tajo en una furgoneta, ya la cosa cambió en esos años, hasta que llegó la DKV, ya eran mujeres casadas, pero había que seguir trabajando, gestando, ir a la tienda, preparar la cena, quitar la mesa, fregar la vajilla y los cacharros que después usarían para preparar la comida de la capaza del día siguiente, recoger la ropa del tenderete que había dejado la noche anterior, colgar la recién lavada, porque ya tenía una lavadora con la tapadera arriba, planchando mientras de reojo vigilaba la olla donde se cocía el potaje para la comida de de ella y la de su marido, marido que ya hacía rato, después de cenar, disfrutaba de él colchón de una cama entera, hasta que ella, después de dejar las capazas preparadas, el suelo barrido y fregado, se disponía a lavarse, colocarse el viso y cariñosamente decirle al “León”, que apartara una pierna para hacerle el hueco justo de extender su cargada espalda y estirar sus piernas de hierro, miraba hacia arriba y con un gesto de frente al pecho, susurraba algo así...Padre Nuestro...

No sé, cuando cambiaron este gen, que hacía de estas mujeres un ave fénix, una fuerza extraordinaria que ya jamás se han vuelto a repetir, el progreso y la llegada de las máquinas aliviaron el esfuerzo y el tiempo.

TRACTORES POR BURROS Y DKV POR BICICLETAS.

Era el cambio, el todo por venir, las novedades, los electrodomésticos, aquellos que vendían lavadoras y rara vez reparaban, pasaron a tener, televisores en blanco y negro, cocinas de la marca Corcho, también te vendían e instalaban la antena para poder ver el televisor que le compraban, si querías ver el NO DO, después pasó a ser el parte y los viernes, Informe semanal, recuerdo con gesto de media sonrisa, los granitos de arroz que salían en la pantalla de aquella tele cuando se acababa la programación de sus dos únicos canales, eso era la señal de, todo el mundo a dormir.

Parió a cuatro hijos, tres varones y una niña, menos mal, porque hubieran seguido teniendo hasta que apareciera ella, era importante, una cuestión de estado, una niña era la garantía de los cuidados en la vejez, ¿quien iba a hacerlo si no?

Sigo preguntándome aún hoy en día, como lo hizo, la briega que dan cuatro fieras, cuatro bocas, untando ropa sin parar, rompiendo cosas y meándose encima, una locura, no digo nada cuando tocaba empezar la escuela, por cierto con comedor, cinco bonos a la semana, libretas, libros, ropa, champú, bocadillos para el recreo, hablando de los bocadillos, tengo una pregunta pendiente, y se la haré, quiero saber si los bocadillos los hacía variados, porque por lo que yo sé, a mí, siempre me tocaba el de sobrasada puf, al final del curso aquella cartera de skye azul marino con cremallera, olía a charcutería y algunas libretas cambiaron a un color anaranjado, ¡que cosas! Trabajando como una mula y seguramente era el mejor rato del día, solo por pensar que a la vuelta, tendría cuatro razones para no acostarse temprano.

Yo la recuerdo haber trabajado en varias áreas; En el campo, almacenes, hacer mercado, cocinera y hasta de pastora de ovejas, cosía rotos, arreglaba la ropa del invierno para el verano, tuvo una tricotosa, una máquina de esas enormes que hacían jerseys de lana, a mí, me hizo uno que me duró hasta octavo, tenía las mangas tan anchas que podía meter las manos hasta el codo del otro brazo, y era muy gordo, nunca dije nada, pero me daba vergüenza llevar aquel jersey tan feo.

Yo veía aquellos chándales nuevos, que se pusieron de moda chulísimos, azul marino con las tres rayas blancas desde la cintura hasta los tobillos, me moría por tener uno, no tardó en darse cuenta de aquello y echando unas horas más en el campo ahorró y me compró uno, el jersey pasó a mi hermano, ahí fue cuando descubrí, que la ropa del mayor pasaba al siguiente, ¡que suerte pensé yo!

Pero, con lo que no contaba, es que también sería el primero al que pondrían a trabajar, al principio los fines de semana, porque aún estaba en la escuela, de esa forma le quitaban una importante carga y gasto a mi abuela, no había escondite que se me resistiera para localizar el bote de la leche condensada, aquel de los dos agujeros, eso me costó muchos apargatazos de aquellas zapatillas negras de las suelas amarillas, que llegué a sospechar, que las fabricaban para eso, fue la época que mas veces vi a mi abuela descalza, cuando eso ocurría, es porque o estaban en sus manos o en mis nalgas, no había forma de evitarlas, aquellas gomas del diablo te llegaban por todas partes, yo solo me limitaba ante aquellas tormentas, de a taparme las orejas que era donde más picaban.

Mi abuela las usó más como guantes, qué para caminar, recuerdo como algo divino, a mi abuelo con aquella sonrisa suya tan particular, decírselo a mi abuela, mi abuelo, mi CID CAMPEADOR.

Esta mujer no tuvo otra que ponerme a trabajar una vez había acabado la EGB, un sueldo más en la casa era un desahogo notable, no podía costearme el instituto, sé que le costó afrontar la responsabilidad de haber truncado un mejor futuro a su hijo, pero llevaba muchos años soportando la presión de no poder descansar nunca, no podía permitírselo, ahora lo pienso, tuvo que ser un calvario.

Nunca la vi quejarse, ni lamentarse, ni flaquear en nuestra presencia, tenía tal vitalidad, que podía con todo, eso sí, tenía normas y reglas que había que respetar, porque como de tal palo, tal astilla, tenía el mismo método que mi abuela, otra vez, la zapatilla negra con las suelas amarillas, yo creo que estaban en oferta.

Igual que para trabajar era respetada, también lo era para la educación de sus hijos, el comportamiento fuera de casa, el cuidado del ato nuevo, el calzado, el material de la escuela, todo lo supo mantener en un orden, yo no sé cómo lo hacía, pero el control mental que esta mujer tuvo que aplicar era descomunal, y no tuvo que acudir a ningún psicólogo.

Como he dicho antes, fue a la escuela lo justo, pero lo supo aprovechar, aprendió a leer y escribir, que por cierto tiene una letra de caligrafía, muy bonita y hoy en día se lee dos libros por semana, va a la gimnasia, al yoga, a manualidades, tiene animales, también al “León”, hace pan y dulces navideños en el horno de leña, hace conserva, cose, lava y ríe, además sigue siendo guapa como lo ha sido siempre y lo que más me gusta de ella, es la clase que tiene.

Una mujer de pueblo pequeño, trabajando desde niña, crió a cuatro hijos, mantiene a la familia unida, es respetada, valorada y querida por todos los que la conocen, capaz de hacer lo que hubiese querido si hubiera tenido la oportunidad, una joya que aun sin pulir, brilla por sí sola, apasionada y sufridora por sus hijos y nietos, inquieta, predispuesta, sabia y lo más valioso de la vida, mucho Amor.

No podría reconocer la vida sin ella, es la pieza vital para que el puzzle no se deshaga, el vacío de su ausencia se multiplicaría por mil su tamaño, sería inconcebible aceptar no verla cuando llegas a su puerta, a su jardín, a su cocina, su delantal y las mangas remangadas, coqueta y elegante hasta pelando ajos, le gusta poner las cosas en su sitio cuando se la deja opinar, temerosa de Dios y practicante, limpia y pura de consciencia y alma, enamorada de su León de marido hasta la incomprensión.

Creo que no hace falta decir, que como una madre no hay nada, que grande eres mamá, gracias por haberme dado tu la vida.

Y por mostrarme el amor verdadero.

TE ADORO MAMÁ.

Alfonso Inglés

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