Era la mujer fuerte con
apariencia frágil
y todos lo sabían pero se
lo callaban
para no herir la honra
confitera del hombre
que más que cualquier
otro se ponía a sus plantas.
Era serena, honesta,
distinguida y atenta,
hacía de consuelo,
memoria y secretaria,
siempre en segundo plano
por decisión sublime
de sentirse por él…
madura y realizada.
Como ángel de la guarda
del fuego del hogar
cuidaba que la llama del
amor no faltara,
archivaba la historia,
decoraba el paisaje
y en cada obra el ánfora
de su gracia volcaba.
Me acuerdo de aquel
rostro, limpio como las rosas,
de aquel andar preciso y a
la justa distancia,
de aquella mano blanca a
la infancia extendida,
de aquella compostura, tan
noble como grata.
Podía compararla con
Gabriela Mistral,
con Delmira Agostini, con
Teresa de Ahumada,
con Ruth la moabita, con
Esther y Judith,
con Gloria, con María,
con Magdalena y Clara.
Ella era para él. Él
para ella era.
Yo no he visto en mi vida
pareja más amada,
en los trabajos, juntos;
en las penas, unidos;
si gemelos sus sueños,
tan gemelas sus almas.
Y siempre ambos al tanto
del prójimo cercano,
bañados en el aura de la
luz bañezana,
y siempre de puntillas,
sin hacerse notar,
como el agua y el alba,
dando todo por nada.
Hoy esa “mujer fuerte”
que la Biblia esculpiera
en “cantar de cantares”
y en “proverbios” sin mácula,
se erige como ejemplo de
gacela en la sombra,
como la bien plantada por
calles y por plazas.
Ver los libros de oro
escritos en su nombre,
ver la tibia tahona que su
aroma derrama,
ver el jardín que exalta
su ternura inconsútil,
ver su perfil magnánimo
de doméstica estatua.
En la ausencia se crece,
en la ausencia perdura,
en la ausencia está viva
porque vive quien ama
y todos son recuerdos de
sus bondades pródigas
desde que ella se fue a
regiones más altas.
¿Quién la encontrará y
dónde? ¿Quién mantendrá su hacienda?
¿Quién tanta diligencia
mostrará en aumentarla?
Procuró el bien a todos,
vale más que las perlas,
confió en su marido y le
dio confianza.
El fruto de su vida fue la
sabiduría,
el honor, la virtud, la
verdad, la elegancia;
se entregó como flor de
primavera efímera
dejándonos su última
literaria fragancia:
Charín de Luna, Cielo,
Corazón, Sol y Estrella,
su lámpara está
ardiendo, ni de noche se apaga,
su palma al indigente
continúa asistida,
abre los corazones y en
cualquier puerta llama.
Capitel de Conrado, Corona
de oro en paño,
Joyera inmaculada, Columna
fiduciaria,
vayan por ti estos versos
torpes pero sinceros
por los que a nadie, ay,
le arriendo la ganancia.
Pseudónimo: “In
memorian”