Letrilla de buenos
propósitos.
A uña de caballo
va este poema
por ti, mi Emperador
de Bellas Letras.
Eres, Octavio,
la rumia comunera,
la humildad sosegada
y la extrema llaneza:
las tres juntas cual
trébol
de las verdes praderas
de la educancia
y la docencia regias.
Sigo tu zamorana
contemplación de las
riberas,
me siento a repensar,
voy por tu senda.
A ti es al que requiero
en las noches serenas;
contigo es con quien
quedo,
hombre de bibliotecas.
Ni me afanan los premios
ni las honras postreras,
mi merezco más precio
que el de la obra
incierta.
Dame, Virgiio,
tu mano mensajera,
cantaré como tú
los nombres de los frutos
de la tierra.
Y después… ¿qué sé
yo,
con tus versos a cuestas?
Dímelo ya, Maestro,
por lo que tú más
quieras.
Apuleyo Soto.
1 comentario:
Qué grande es ver a un maestro dedicarle sus poemas a otro maestro.
Gracias D. Apuleyo, como siempre ¡Genial!
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