15 Mayo
Queriendo ser
como Tomás de Iriarte,
el arte del fabulista
quiso aprender
y a la vista, pista y lista
de sus Obras completísimas se fue.
Leyólas una y mil veces
y sintiéndose potente
le imitó con mil memeces
por no estar a su nivel.
“Ay qué bien, qué bien, qué bien
que me salen”, se decía
porque el tonto no sabía
distinguir el mal del bien.
Allá él.
Hoy nadie sabe su nombre
ni falta que hace
y es que hay que ser muy hombre
para alcanzarle.
Apuleyo
Soto
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