30 Diciembre
Para el que piense que todo me pasa a mi...que lea este relato de nuestro amigo José Ángel González Linares. Seguro que va a reír un rato.
EL ROVER DE HENRY Y UN AUTOESTOPISTA EN
LA CARRETERA
¡Lo juro, por la burra
de Balaam! No volveré a subirme a un coche que lleve el volante a la
derecha y mucho menos circulando por carreteras españolas.
Yo tenía entonces dieciséis años, era la década de 1970 y hacía
autoestop a menudo, ya que lo más valioso que llevaba en mis
bolsillos eran unas cuantas monedas, un pañuelo bordado por mi madre
para limpiarme el sudor y otro pañuelo azul claro para sacarme los
mocos.
En mi adolescencia mis padres me
enviaron a estudiar el bachillerato a un colegio de curas de León y
con varias becas por estudios y denodados esfuerzos superé esos años
de penurias.
A principios de septiembre en mi
primer viaje a León desde Madrid, de cinco horas en autobús,
divisaba atónito el túnel de Guadarrama, los escarpados picos
copados de pinos de la sierra madrileña y segoviana, verde
encantamiento de vegetación…
La planicie
castellana, pintada de rastrojos y girasoles y manchada con salteadas
encinas, majuelos, chopos y matorrales, se extendía cual parva
quieta hasta el horizonte de los montes leoneses.
Esos rememorados años en los que practiqué autoestop con aquellas
personas que conocí en esas circunstancias han marcado un periodo de
mi vida.
Si tengo que escoger una experiencia
que me impactó sobremanera sería la que viví a principios de
septiembre de 1975. Recuerdo que una mañana soleada de las
postrimerías de aquel verano me puse a “hacer dedo” al lado de
una gasolinera a la salida de Collado Villalba (Madrid) con un trozo
de cartón en el que había escrito LEÓN. A la media hora me paró un Rover P6, que conducía un cuarentón
pelirrojo y melenudo y me dijo en un español macarrónico "yo
iré a Astorias y continúo paso por León y podré llevar".
Metí
la maleta en los asientos de atrás y me senté a su lado izquierdo.
¡Madre mía, el volante estaba a la derecha! En ese momento no sabía
lo que se me venía encima.
Farfulló
que se llamaba Henry, era de Birmingham y estaba de vacaciones
recorriendo el norte de España. Yo le expliqué que de Birmingham
surgió el grupo musical los Moody Blues, al igual que los Rolling
Stones eran de Londres o los Beatles, de Liverpool. Él se alegró de
que siendo tan joven entendiera tanto de rock, ya que llevaba
un montón de cintas de música de pop y rock, que escucharíamos en
el trayecto y así mitigaríamos la monotonía.
Me presenté: me llamo José Ángel, nací en el pueblo segoviano de
Laguna de Contreras y voy a estudiar sexto de bachillerato a León.
Hasta ese momento no habíamos tenido ningún
susto en la conducción y el coche iba como la seda por la
autopista de la Coruña, con un tráfico ligero.
Henry me ofreció un cabás lleno de cintas y yo elegí una para
oírla: "Bridge over troubled water" ("Puente sobre
aguas turbulentas") de Simon & Garfunkel.
Al sortear el túnel de Guadarrama me entró un repentino escalofrío,
mal presagio de ese día aciago. Habíamos atravesado la provincia de
Segovia y estábamos entrando en la provincia de Valladolid, surcando
millas suavemente en el páramo castellano.
Saqué de mi bolsa bandolera la cinta del "Romance de El
Pernales" de Nuevo Mester de Juglaría y le consulté a Henry si
la podíamos escuchar. Asintió con la cabeza y después de unos
cuantos minutos empezó a tambolirear con sus dedos en el volante,
siguiendo el ritmo de una jota.
Para animarnos todavía más Henry me
preguntó si conocía algún chiste o anécdota graciosa y yo en mi
osadía le conté este: "Se mueren en el mismo minuto un
inglés, un español y un francés; van al infierno y les recibe
Pedro Botero.
Tienen que escoger entre tres
salas de pecadores irredentos; en la primera sala estaban colgados
boca abajo; en la segunda tenían hormigas por todo el cuerpo y en la
tercera los condenados estaban sentados cómodamente en mesas,
bebiendo y comiendo alegremente, pero con mierda hasta los tobillos.
El inglés escogió la primera sala; el español, la segunda y el
francés, la tercera.
Cuando llegó el francés
a su sala se extrañó de que estuvieran boca abajo en la mierda y
preguntó por qué, entonces Satanás le respondió que ya se había
acabado el recreo". Le tuve que explicar el chiste a Henry
varias veces y por fin se carcajeó.
Nos
encontrábamos en la encrucijada de Tordesillas y al adelantar un
Renault 5 blanco nos llevamos un buen espanto, ya que se había
pegado demasiado a él. Busqué entre las cintas que llevaba la de
Led Zeppelin IV y la introduje en el casete del coche. Si había que
subir al "otro barrio" qué mejor que con "Stairway to
heaven" (Escalera al cielo) o también alcanzar la trasmutación
con “El Mesías” de Haendel.
Entrando a la
ciudad de León otro adelantamiento con poca visión a un camión
hizo que nuestro coche derrapara, dando varias vueltas de campana,
pero milagrosamente salimos indemnes. Henry se disculpó barruntando
algunas palabras en inglés y español, que era mejor que me largara
antes de que acudiera la Guardia Civil y yo tomé las de Villadiego.
José Ángel González Linares
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