4 Febrero
A
LO LARGO DE LOS RÍOS
¡Qué
chiquitos, cuando nacen,
son
los afilados ríos
y
luego, cuando derrámanse
“entre
naranjos y olivos”,
entre
brañas revoltosas
o
entre silbantes gemidos,
qué
valerosos que se hacen
a
través del recorrido!
¡Qué
chiquitos y llorones,
qué
transparentes y líricos,
qué
dulces y solitarios,
qué
infantiles y ternísimos
nacen
y nacen y nacen
en
búsqueda de destino!
He
andado por sus orillas,
he
sorteado sus riscos,
los
he visto enarenados
por
pinares agudillos
y
por cumbres y por valles
los
he visto y los he oído.
Cambian
de color y cara,
cambian
de rumbo y de ritmo,
cambian
de afluyentes brazos,
cambian
de cauces suavísimos
a
cauces ásperos, duros,
riscosos,
hondos y míticos.
Los
hay bravos y guerreros,
los
hay lentos y tranquilos,
los
hay con copa de malla
y
los hay con luz y brillo,
acometedores
y
tímidos,
tímidos, tímidos.
Algunos
padecen sed,
séase
en Sáhara el Nilo,
otros
cortan cordilleras
como
si fuesen cuchillos,
otros
mueren en el mar
y
otros siguen sus caminos
bajo
las ondas fluyentes
que
no habitan los mariscos.
Se
paran o se despeñan,
cantan
o lloran perdidos
y
se mojan con la lluvia
o
se perlan con rocío
de
las riberas floridas
con
tulipanes y lirios.
Para
el placer y el dolor
dadme
ríos, ríos, ríos.
En
invierno y en verano
saltan
de modo distinto,
en
verano complacientes
y
en el invierno ateridos,
en
primavera y otoño…,
o
con las hojas en vilo
o
con las hojas caídas
sobre
el suelo del olvido.
Casi
siempre les rodean
árboles
como los tilos,
los
pinos, los sauces y álamos,
las
hayas y los alisos
que
se enfilan en sus márgenes
teniéndolos
así fijos,
con
las raíces hundidas
por
muy debajo del limo.
Los
ríos son vida y muerte
iguales
a los homínidos:
el
tiempo pasa por ellos
y
los consume lo mismo.
No
hay nada que los detenga,
pero
el trayecto cumplido,
las
MOIRAS son inclementes
en
hacer su cometido:
Muerte,
muerte, muerte, muerte.
¿Y
para qué hemos vivido?
Nunca
sabremos de cierto
si
es que tiene o no sentido.
En
cuanto a la tierra, espero
que
no se seque, prodigio
que
en manos de Dios está
y bien sé lo que
me digo.
Apuleyo
Soto