viernes, 3 de febrero de 2023

4 Febrero

 

4 Febrero

A LO LARGO DE LOS RÍOS

¡Qué chiquitos, cuando nacen,

son los afilados ríos

y luego, cuando derrámanse

entre naranjos y olivos”,

entre brañas revoltosas

o entre silbantes gemidos,

qué valerosos que se hacen

a través del recorrido!

¡Qué chiquitos y llorones,

qué transparentes y líricos,

qué dulces y solitarios,

qué infantiles y ternísimos

nacen y nacen y nacen

en búsqueda de destino!

He andado por sus orillas,

he sorteado sus riscos,

los he visto enarenados

por pinares agudillos

y por cumbres y por valles

los he visto y los he oído.

Cambian de color y cara,

cambian de rumbo y de ritmo,

cambian de afluyentes brazos,

cambian de cauces suavísimos

a cauces ásperos, duros,

riscosos, hondos y míticos.

Los hay bravos y guerreros,

los hay lentos y tranquilos,

los hay con copa de malla

y los hay con luz y brillo,

acometedores y

tímidos, tímidos, tímidos.

Algunos padecen sed,

séase en Sáhara el Nilo,

otros cortan cordilleras

como si fuesen cuchillos,

otros mueren en el mar

y otros siguen sus caminos

bajo las ondas fluyentes

que no habitan los mariscos.

Se paran o se despeñan,

cantan o lloran perdidos

y se mojan con la lluvia

o se perlan con rocío

de las riberas floridas

con tulipanes y lirios.

Para el placer y el dolor

dadme ríos, ríos, ríos.

En invierno y en verano

saltan de modo distinto,

en verano complacientes

y en el invierno ateridos,

en primavera y otoño…,

o con las hojas en vilo

o con las hojas caídas

sobre el suelo del olvido.

Casi siempre les rodean

árboles como los tilos,

los pinos, los sauces y álamos,

las hayas y los alisos

que se enfilan en sus márgenes

teniéndolos así fijos,

con las raíces hundidas

por muy debajo del limo.

Los ríos son vida y muerte

iguales  a los homínidos:

el tiempo pasa por ellos

y los consume lo mismo.

No hay nada que los detenga,

pero el trayecto cumplido,

las MOIRAS son inclementes

en hacer su cometido:

Muerte, muerte, muerte, muerte.

¿Y para qué hemos vivido?

Nunca sabremos de cierto

si es que tiene o no sentido.

En cuanto a la tierra, espero

que no se seque, prodigio

que en manos de Dios está

y bien sé lo que me digo.

Apuleyo Soto



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