10
Junio
Cada
día que pasa/ me siento más viejo,
con
las barbas blancas/ y el pelo desierto,
con
las manos débiles/ y los pies traviesos,
con
los ojos turbios/ y los labios secos.
con
la frente baja/ con los dientes tuertos,
los
mocos colgando/ y cayendo al suelo,
los
oídos torpes/ y con menos sueños
en
la mente, antes/ claros y despiertos,
al
imaginarme/ cuentos y más cuentos
para
niñas, niños/ abuelas y abuelos,
padres
y madres/ maestras y maestros.
Canto
y la voz me rila,/ quiero y no puedo
elevar
el tono/ hasta el propio cielo,
gritar
ya no grito/ ni aunque tenga miedo,
pintar
pinto poco/ no soy pintor diestro,
y
escribir, escribo/ pero mucho menos.
Los
vinos y las rosas/ fueron los primeros
que
caté y olí/ de adolescente, lleno
de
un ímpetu indomable/ por sentirme contento,
luego
mi juventud/ fue una torre de versos
imitando
a Zorrilla/ Bécquer, Lope y Quevedo
más
San Juan, Garcilaso/ Espronceda, Berceo,
Calderón
de la Barca/ y el romancero viejo y nuevo.
También
al Arcipreste/ de Hita tuve por consejero
en
su viaje a Segovia/ por los altos senderos
del
Guadarrama/ entre amores diversos
de
serranas que/ se le echaron al pescuezo
por
unos portazgos/ de mucho dinero:
Libro
de Buen Amor escribió el dicho clérigo,
yo
clérigo no soy/ pero me pongo ciego
con
las mozas garridas/ que salen a mi encuentro.
Mi
madurez fue sana/ sensata, y con ingenio
me
dediqué a dar clases/ a grandes y pequeños
aparte
de enzarzarme/ en los distintos medios
de
la prensa y la radio/ tan copiosos y amenos.
Ya
llegué a la vejez/ ¿Ahora qué espero?
Salud
a gotas gordas/ para contar recuerdos
y
así seguir/ hasta el último aliento.
Con
vosotros, lectores/ aquí me quedo.
Apuleyo
Soto Pajares
No hay comentarios:
Publicar un comentario