domingo, 3 de octubre de 2021

3 Octubre

 

3 Octubre

MEMORIAS DE UNA PELUQUERA (III)

El trabajo nunca me faltó, además que me encantaba, pero, en vísperas de Navidades, Semana Santa, Comuniones, etc, era una alegría para el bolsillo y un castigo para el cuerpo.

Priscila a la que recuerdo con mucho cariño, era asidua de estas fechas. Ella tenía poco pelo y usaba una peluca que yo había peinado a rulos muchas veces. Como esta “clienta” (peluca) no protestaba...pues nadie me dejaba hacerla en horas de trabajo. No tuve más remedio que arreglarla en el tiempo que cerraba para comer.

Consuelo, una mujer extraordinaria, con un corazón de oro y a la que quería muchísimo, me tocó a la ventana para darme un bocadillo de tortilla francesa con longaniza que me supo a gloria. Me dijo: “como sabía que no te daba tiempo a comer”.... Nunca olvidaré ese gesto y otros muchos que tuvo conmigo. Consuelo era un Ángel en la tierra.

Entre pelos y bocata terminé con la peluca justo a tiempo de abrir de nuevo la pelu y llamé para que vinieran a recogerla. Vino su marido en la bicicleta y la colgó en el manillar. Le dije: “lleva cuidado con ella que está recién peinada, no la vayas a destrozar”.

A media tarde llama Priscila casi llorando.

- No sé que ha hecho mi marido por el camino. Seguro que iba dando saltos con la bici y me ha destrozado la peluca. Me veo horrorosa. Arregla por favor, te pago de nuevo si hace falta pero yo no puedo salir así a la calle.

- No te preocupes Priscila, traela y veré qué puedo hacer.

Llega otra vez el marido con una cara de susto igual que si hubiese cometido un crimen.

Después de terminar mi jornada laboral con las horas extras correspondientes y cerrada la peluquería, me puse a examinar la “clienta”

¡Oh, no! A empezar por la punta. El pobre de la bicicleta no tenía culpa, ¡era la peluquera! Con el estrés, las prisas y el bocata tan rico de Consuelo se había liado al poner los rulos. Puso el pescuezo en la frente y el flequillo para el pescuezo.

Al día siguiente la llamé para disculparme y decirle que había sido un error mío. Ahora estaba perfecta y su marido no había tenido nada que ver con el suceso.

Por supuesto que no le cobré nada, (aunque ella se empeño en que aceptara una propina). Y por supuesto también que esta vez vino el marido andando. ¡Nada de bicicleta! Por si las moscas...


Mari Carmen

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