El aire y el cielo traían
Signos y presagios de amor,
La gracia y la gloria
Como símbolos sagrados.
Llegaba de un lugar recóndito
Escondida durante años,
Que como misterio se encarna
Y como realidad emana.
Con el azar nos presentaron
En noche de estrellas fría,
El destino cumpliremos
En una amistad primera.
De pronto el sonido llega
De palabras que se anudan,
Convirtiendo esa amistad
En una fuerza invencible.
En un momento la noche
Entrada la madrugada,
Dejó caer su aroma
Y tu nombre en mi almohada.
Y llegó de nuevo el día
Que la noche no durmió,
Entre jazmín, albahaca
Besos, abrazos y amor.
Se encuentran dos miradas
Bajo la sombra de un árbol,
Se cogen entre las manos
Sus angustias y los anhelos.
Él le dice que lo mire
Ella que ya lo hace,
Y las estrellas, los mares
Se estremecen al mirarse.
No te pido un destino
Solo te pido una tarde,
Para decirte tranquilo
Que sólo quiero mirarte.
La tarde en ese momento
Quedó quieta en el tiempo,
Necesitaba yo hablarte
Y decirte que te quiero.
Dos palabras que salieron
Como un embrujo de río,
Y que fueron contestadas
Igualito que las mías.
Entonces fue tu mirada
Con los ojos entornados,
que se cruzó con la mía
y miramos a otras cosas.
Nos besamos muy suave
Nos miramos a los ojos,
Y no supimos pensar
Si eran miradas o besos.
En mi jardín era tarde
Y casi entre tinieblas estaba,
Cuando con tu luz llegaste
E iluminaste mi alma.
Elegido había el naufragio
Y poder cambiar el signo,
Pero el árbol de tu gracia
Me sirvió para mi alivio.
Mi carácter te asustaba
Igual que una tempestad,
Tú le pusiste la calma
Y me empezaste a amar.
Cielo, tierra, piedras
Que en el camino encontraste,
Son ahora los cómplices
Del amor que nos embarga.
En mi camino la estrella
Que ya siempre me acompaña,
Y los luceros del alba
Como música en mi alma.
Cándido T. Lorite
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