26 Octubre
Nunca me faltan papel
ni tintero ni plumilla
ni bolígrafo ni internet.
Tengo de todo en mi escritorio:
calendarios, papel cello,
tijeras y rollos
de libros por abrir
a tomo y lomo
con los que discurrir
y que me queden cómodos.
Tengo pegamento,
abrecartas, ceniceros,
carpetas y lapiceros,
grabadoras y estucheros,
alicates manijeros
y cúteres de fino acero.
Tengo medicinas prestas,
tengo repuestos aprestos,
tengo luces, tengo sombras,
tengo colores compuestos
para que en cada dibujo
me lo den todo resuelto;
tengo bombillas y ceras
siempre ajustados al dedo,
tengo grapas grapadoras,
tengo fotos de repuesto,
tengo peines y mecheros,
tengo gafas, pipas, reglas,
cruces, banderas, sombreros;
tengo insignias, palilleros,
tengo tachuelas,
tengo sonajeros,
tengo sobres, cables,
llaves y pañuelos,
tengo gomas, alzacuellos,
calzadores, conchas, pilas, servilletas, puñetas,
corbatas, bufandas, cuadros,
anaqueles, disquetes y recuerdos…
No me falta nada, creo.
¿Para qué más?
¿Para qué más quiero?
Haced como yo:
organizaros lo primero.
Mandiles, abrigos, clavos,
periódicos, revisteros…
no están demás:
Son un ejemplo
de lo que al hombre viste
si es hombre entero.
Vamos, ¡a trabajar
y a dejarnos de cuentos!
Las cuentas a lo suyo,
nosotros a lo nuestro.
Apuleyo
Soto
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