15 Diciembre
LA LECHUGA (Hecho real)
No estaba la huerta cerca. Cuando llegaba una lechuga a casa teníamos una forma muy peculiar de degustar este manjar.
A mi padre le encantaba ir arrancando hoja tras hoja y mojarla en un cuenco con sal que estaba siempre en medio de la mesa. Mi madre, mis hermanas y yo hacíamos lo mismo, (Él decía que yo mojaba demasiado en sal, seguramente de ahí he salido tan “salá”, jeje ). En un complot de ilusión llegábamos al cogollo de esa lechuga que era la parte más sabrosa y solo dejábamos un tronco largo de unos quince centímetros aproximadamente.
Parece que estoy viendo a mi padre (con la parsimonia que siempre le caracterizaba para estas ocasiones) entre sonrisas cómplices con mi madre iba pelando con un cuchillo ese tronco con mucho cuidado de no romperlo. Sus tres “zagalicas” de muy corta edad ni pestañeábamos ante tal ritual.
Yo soy la mayor y pensaba entonces que por mucho que afinase con el cuchillo no sacaría cinco partes iguales. Efectivamente, solo sacaba cuatro. Nos repartía tres entre nosotras y el cuarto trozo que quedaba lo compartía con mi madre partido por la mitad.
Ahora, pasados los años, cuando miro en un restaurante la carta de las “tropecientasmil ensaladas con nombres estrambóticos” y me preguntan: ¿Qué ensalada le pongo? Contesto rápidamente. -La que tu quieras-.
Viene a mi mente que ninguna tendrá mejor sabor, valor y calor para mi, que aquella simple lechuga.
Mari Carmen.
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