10 Abril
Del recital de poesía 2023
SONATINA
La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa?
Los
suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa,
que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de
oro,
está mudo el teclado de su clave sonoro,
y en un vaso,
olvidada, se desmaya una flor.
El jardín puebla el triunfo
de los pavos reales.
Parlanchina, la dueña dice cosas banales,
y vestido de rojo piruetea el bufón.
La princesa no ríe, la
princesa no siente;
la princesa persigue por el cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión.
¿Piensa, acaso,
en el príncipe de Golconda o de China,
o en el que ha detenido
su carroza argentina
para ver de sus ojos la dulzura de luz?
¿O
en el rey de las islas de las rosas fragantes,
o en el que es
soberano de los claros diamantes,
o en el dueño orgulloso de las
perlas de Ormuz?
¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa,
tener alas
ligeras, bajo el cielo volar;
ir al sol por la escala luminosa de
un rayo,
saludar a los lirios con los versos de mayo
o
perderse en el viento sobre el trueno del mar.
Ya no quiere
el palacio, ni la rueca de plata,
ni el halcón encantado, ni el
bufón escarlata,
ni los cisnes unánimes en el lago de azur.
Y
están tristes las flores por la flor de la corte,
los jazmines
de Oriente, los nelumbos del Norte,
de Occidente las dalias y las
rosas del Sur.
¡Pobrecita princesa de los ojos azules!
Está
presa en sus oros, está presa en sus tules,
en la jaula de
mármol del palacio real;
el palacio soberbio que vigilan los
guardas,
que custodian cien negros con sus cien alabardas,
un
lebrel que no duerme y un dragón colosal.
¡Oh, quién fuera
hipsipila que dejó la crisálida!
(La princesa está triste. La
princesa está pálida.)
¡Oh visión adorada de oro, rosa y
marfil!
¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe,
(La princesa está pálida. La princesa está triste.)
más
brillante que el alba, más hermoso que abril!
-«Calla,
calla, princesa -dice el hada madrina-;
en caballo, con alas,
hacia acá se encamina,
en el cinto la espada y en la mano el
azor,
el feliz caballero que te adora sin verte,
y que llega
de lejos, vencedor de la Muerte,
a encenderte los labios con un
beso de amor».
Rubén Darío. (Recitado por David)
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