lunes, 4 de mayo de 2020

4 Mayo



4 Mayo
ELOGIO Y VITUPERIO DE FACEBOOK.
Es lo más grande y lo más pequeño.
Es lo más malo y es lo más bueno.
Es Biblioteca, Archivo y Monumento.
Es lo que es y ni más ni menos.
Hablo de Facebook, ese coelemento
que digitalmente nos sale al encuentro
para preguntarnos, para distraernos,
para sugerirnos algo de provecho:
pensar o seguir viéndolo y leyéndolo,
comentar discursos, compartir destellos,
reir o llorar ante lo que estemos
o seguir a estos o seguir a aquellos.
Siempre es obsequioso, se muestra correcto,
bien de parte nuestra o de parte de ellos
y así deleitarnos de uno al otro extremo
al tiempo que tacha –y lo hace en silencio-
como un buen maestro siempre corrigiendo.
Va por la pantalla de internet abierto,
luminoso y claro, servicial y atento,
con noticias nuevas en cada momento,
dejándonos listos, tristes o perplejos.
Yo le elogio a veces y a veces le detesto.
Me pone como un trapo, me pone como un necio,
o me subestima o me erige un templo,
o me sullivella o me toma el pelo.
Está por encima de mi real deseo,
que si a este le ensalzo y al otro ninguneo,
que si a uno deprimo pero a otro potencio,
con uno me conforto, con otro me entretengo,
al de aquí le estimo y al de allá le afeo.
Como es un robot de los más modernos,
se cree un autómata con derecho a eso,
a ser el más pillo y el más tentetieso
en los avatares que van sucediéndonos.
Todos los colores emite con tiento:
los rojos, los verdes y los azuleos,
los rosas, los grises, los amarillentos,
los tonos carmíneos y los tonos negros.
Dice las verdades, dice los engendros,
reparte los bulos cual si fueran ciertos,
nos confunde mucho, nos aclara luego,
va a su sola bola, cosa que no entiendo.
Le odio, le amo, le apago, le enciendo,
por malo que sea no le dejo quieto;
me abate, me alaba, me toma por sieso,
está sobre mí y es mi complemento.
Tanto me apasiona como le detesto,
tanto uso sus armas como las encierro,
tanto escribo en él como a mano creo,
tanto es necesario, que le velo y velo
con un transparente plástico proteico
o le cojo el ritmo de versos con versos
un día, otro día, todos los que quiero
informarme de algo de vivos y muertos.
¡Oh, cómo me enzarzo, oh, cómo tecleo,
oh, cómo me ensancho por el ancho pliego
de su blanca espalda de cíclope homérico!
Le doy un descanso. Me tomo un recreo.
Apuleyo Soto.





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