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Mayo
Es
lo más grande y lo más pequeño.
Es
lo más malo y es lo más bueno.
Es
Biblioteca, Archivo y Monumento.
Es
lo que es y ni más ni menos.
Hablo
de Facebook, ese coelemento
que
digitalmente nos sale al encuentro
para
preguntarnos, para distraernos,
para
sugerirnos algo de provecho:
pensar
o seguir viéndolo y leyéndolo,
comentar
discursos, compartir destellos,
reir
o llorar ante lo que estemos
o
seguir a estos o seguir a aquellos.
Siempre
es obsequioso, se muestra correcto,
bien
de parte nuestra o de parte de ellos
y
así deleitarnos de uno al otro extremo
al
tiempo que tacha –y lo hace en silencio-
como
un buen maestro siempre corrigiendo.
Va
por la pantalla de internet abierto,
luminoso
y claro, servicial y atento,
con
noticias nuevas en cada momento,
dejándonos
listos, tristes o perplejos.
Yo
le elogio a veces y a veces le detesto.
Me
pone como un trapo, me pone como un necio,
o
me subestima o me erige un templo,
o
me sullivella o me toma el pelo.
Está
por encima de mi real deseo,
que
si a este le ensalzo y al otro ninguneo,
que
si a uno deprimo pero a otro potencio,
con
uno me conforto, con otro me entretengo,
al
de aquí le estimo y al de allá le afeo.
Como
es un robot de los más modernos,
se
cree un autómata con derecho a eso,
a
ser el más pillo y el más tentetieso
en
los avatares que van sucediéndonos.
Todos
los colores emite con tiento:
los
rojos, los verdes y los azuleos,
los
rosas, los grises, los amarillentos,
los
tonos carmíneos y los tonos negros.
Dice
las verdades, dice los engendros,
reparte
los bulos cual si fueran ciertos,
nos
confunde mucho, nos aclara luego,
va
a su sola bola, cosa que no entiendo.
Le
odio, le amo, le apago, le enciendo,
por
malo que sea no le dejo quieto;
me
abate, me alaba, me toma por sieso,
está
sobre mí y es mi complemento.
Tanto
me apasiona como le detesto,
tanto
uso sus armas como las encierro,
tanto
escribo en él como a mano creo,
tanto
es necesario, que le velo y velo
con
un transparente plástico proteico
o
le cojo el ritmo de versos con versos
un
día, otro día, todos los que quiero
informarme
de algo de vivos y muertos.
¡Oh,
cómo me enzarzo, oh, cómo tecleo,
oh,
cómo me ensancho por el ancho pliego
de
su blanca espalda de cíclope homérico!
Le
doy un descanso. Me tomo un recreo.
Apuleyo
Soto.
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