29 Julio
Esta frase la he
repetido muchas veces: “la línea que divide una persona buena,
de otra tonta, es tan delgada que... nunca sabes cuándo la
traspasas”
A veces no he
sabido en qué parte de esa línea estaba. Solo el tiempo me lo ha
dicho después.
Hoy recuerdo dos
casos antiguos (porque de los más recientes prefiero olvidarme) y
quiero compartirlos con vosotros con la conclusión de que el
hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra.
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Venía de la
panadería con una barra grande de pan, recien sacada del horno. Al
llegar a casa me encuentro una mujer con un niño en brazos de un año
aproximadamente, tocando a mi puerta.
Le pregunto; qué
quería y no comprendo el idioma de su respuesta. Era extranjera y no
nos entendíamos.
El niño alzaba
los brazos como loco hacia la barra de pan que sobresalía de la
bolsa, con lo cual deduje que tendría hambre. Corté un trozo con la
mano y se lo pasé al chiquillo que puso una cara de felicidad
pasmosa.
Le dije a su madre
(en señas) que esperara.
Subí las
escaleras de dos en dos a casa, abrí la barra y la rellené de atún,
tomate, una raya de aceite y un poco de sal, (no quise ponerle
embutido por si por religión o condición no se lo comía) un
paquete de leche, dos de zumos y algo de dinero, (estábamos en las
pesetas)
Cuándo esta mujer
me vio aparecer, sus pupilas se abrieron como platos y sus ojos
empezaron a derramar lágrimas.
Quería abrazarme
pero no se atrevía, yo rompí el hielo y la abracé.
Mi satisfacción
era más inmensa aún que la suya.
Al medio día
expliqué a mi marido el caso y éste que es un bendito, gustosamente
se comió el pan que sobró del día anterior.
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Atareada estaba
preparando la comida y oigo sonar el timbre.
Una mujer con un
niño en brazos, española pero de otra etnia, con esa cara de pena
que refleja la miseria o la actriz.
- Señora;
¿tendría usted ropita para mi niño?
- Espera, voy a
ver. Bajo con un montón de ropa.
- Señora; ¿y
tiene algo para mí?
- Un segundo. Otro
montón de ropa.
- Señora; ¿me
pude dar dinero para comprar leche al niño?
- Voy a por leche.
Le traigo dos cartones que tenía.
- No, no, es que
mi niño la necesita de farmacia.
- Vaya, pues ya es
mayorcito el niño para tomar leche normal.
Le doy 500 pesetas
que era un dineral y yo pobre. Ya tienes para darle leche unos
cuántos días.
- Señora; ¿la
peluquería del bajo es de usted? ¿qué vale hacerse la permanente?
- 1.000 pesetas.
Servicio completo de permanente corte y peinado.
- Señora; por
favor, mire que pelos llevo. Con estas 500 pesetas hágame la
permanente. ¡Por favor! Haga una obra de caridad y....
- Vete, ahora no
puedo, está cerrada al medio día, la peluquera que soy yo también
tiene familia que atender.
Me sentí fatal,
porque había traspasado doblemente como tantas otras veces a lo
largo de mi vida, esa línea de la que os hablé al principio.
Fui a la farmacia
nerviosa y alterada simplemente por enterarme si esa “tipa” había
comprado leche para su hijo. Mi buena amiga Mª Dolores me dijo que
le habían donado un bote, porque ella juraba y prejuraba que no
tenía dinero, cuando llevaba en su bolsillo mis 500 pesetas.
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¿A quién no se
le partía el corazón de ver esas pateras que llegaban a España
llenas de gente huyendo de la guerra y del hambre? Como diría mi
hermana, que a humanitaria y solidaria no le gana nadie.
Esa pobre gente,
desesperada, que muchos morían en el intento de salvar sus vidas.
Hemos visto en
televisión playas escupiendo cadáveres de hombres, mujeres y niños
que era el dolor de cualquier persona humana.
Todos aplaudimos
su acogida. Es lo menos que debe hacer un país solidario.
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Ahora; vienen
cientos de inmigrantes todos los días a las costas españolas.
El mar ya no
devuelve cadáveres. No hay cadáveres donde rompen las olas.
Ninguno llega
mojado a pesar de haber recorrido por aguas bravas y en patera más
de 200 kilómetros. Raro, ¿no?
Son jóvenes,
nutridos, fuertes y muchos infectados de este mal que asola al mundo
entero. “Coronavirus”
Tienen móvil de
última generación con el cual se hacen vídeos y selfies con la
felicidad que le da la dicha de encontrarse en el “paraíso
español”.
Y yo pregunto:
¿andamos los españoles traspasando esa línea de buenos a
tontos? ¿ No estaremos ayudando a las personas equivocadas?
Esto ya no son 500
pesetas que se llevó de mi trabajo quién no merecía.
Esto es mucho más
grande y preocupante.
Mari Carmen