miércoles, 29 de julio de 2020

29 Julio



29 Julio

Esta frase la he repetido muchas veces: “la línea que divide una persona buena, de otra tonta, es tan delgada que... nunca sabes cuándo la traspasas”

A veces no he sabido en qué parte de esa línea estaba. Solo el tiempo me lo ha dicho después.

Hoy recuerdo dos casos antiguos (porque de los más recientes prefiero olvidarme) y quiero compartirlos con vosotros con la conclusión de que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra.

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Venía de la panadería con una barra grande de pan, recien sacada del horno. Al llegar a casa me encuentro una mujer con un niño en brazos de un año aproximadamente, tocando a mi puerta.

Le pregunto; qué quería y no comprendo el idioma de su respuesta. Era extranjera y no nos entendíamos.
El niño alzaba los brazos como loco hacia la barra de pan que sobresalía de la bolsa, con lo cual deduje que tendría hambre. Corté un trozo con la mano y se lo pasé al chiquillo que puso una cara de felicidad pasmosa.
Le dije a su madre (en señas) que esperara.

Subí las escaleras de dos en dos a casa, abrí la barra y la rellené de atún, tomate, una raya de aceite y un poco de sal, (no quise ponerle embutido por si por religión o condición no se lo comía) un paquete de leche, dos de zumos y algo de dinero, (estábamos en las pesetas)

Cuándo esta mujer me vio aparecer, sus pupilas se abrieron como platos y sus ojos empezaron a derramar lágrimas.
Quería abrazarme pero no se atrevía, yo rompí el hielo y la abracé.
Mi satisfacción era más inmensa aún que la suya.

Al medio día expliqué a mi marido el caso y éste que es un bendito, gustosamente se comió el pan que sobró del día anterior.

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Atareada estaba preparando la comida y oigo sonar el timbre.
Una mujer con un niño en brazos, española pero de otra etnia, con esa cara de pena que refleja la miseria o la actriz.

- Señora; ¿tendría usted ropita para mi niño?
- Espera, voy a ver. Bajo con un montón de ropa.
- Señora; ¿y tiene algo para mí?
- Un segundo. Otro montón de ropa.
- Señora; ¿me pude dar dinero para comprar leche al niño?
- Voy a por leche. Le traigo dos cartones que tenía.
- No, no, es que mi niño la necesita de farmacia.
- Vaya, pues ya es mayorcito el niño para tomar leche normal.
Le doy 500 pesetas que era un dineral y yo pobre. Ya tienes para darle leche unos cuántos días.
- Señora; ¿la peluquería del bajo es de usted? ¿qué vale hacerse la permanente?
- 1.000 pesetas. Servicio completo de permanente corte y peinado.
- Señora; por favor, mire que pelos llevo. Con estas 500 pesetas hágame la permanente. ¡Por favor! Haga una obra de caridad y....
- Vete, ahora no puedo, está cerrada al medio día, la peluquera que soy yo también tiene familia que atender.

Me sentí fatal, porque había traspasado doblemente como tantas otras veces a lo largo de mi vida, esa línea de la que os hablé al principio.

Fui a la farmacia nerviosa y alterada simplemente por enterarme si esa “tipa” había comprado leche para su hijo. Mi buena amiga Mª Dolores me dijo que le habían donado un bote, porque ella juraba y prejuraba que no tenía dinero, cuando llevaba en su bolsillo mis 500 pesetas.

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¿A quién no se le partía el corazón de ver esas pateras que llegaban a España llenas de gente huyendo de la guerra y del hambre? Como diría mi hermana, que a humanitaria y solidaria no le gana nadie.

Esa pobre gente, desesperada, que muchos morían en el intento de salvar sus vidas.
Hemos visto en televisión playas escupiendo cadáveres de hombres, mujeres y niños que era el dolor de cualquier persona humana.
Todos aplaudimos su acogida. Es lo menos que debe hacer un país solidario.

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Ahora; vienen cientos de inmigrantes todos los días a las costas españolas.
El mar ya no devuelve cadáveres. No hay cadáveres donde rompen las olas.
Ninguno llega mojado a pesar de haber recorrido por aguas bravas y en patera más de 200 kilómetros. Raro, ¿no?

Son jóvenes, nutridos, fuertes y muchos infectados de este mal que asola al mundo entero. “Coronavirus”
Tienen móvil de última generación con el cual se hacen vídeos y selfies con la felicidad que le da la dicha de encontrarse en el “paraíso español”.

Y yo pregunto: ¿andamos los españoles traspasando esa línea de buenos a tontos? ¿ No estaremos ayudando a las personas equivocadas?

Esto ya no son 500 pesetas que se llevó de mi trabajo quién no merecía.
Esto es mucho más grande y preocupante.

Mari Carmen



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