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Julio
A
Ti, clamo, Señor de los humanos
Con
lágrimas colgantes de los ojos.
Mira
lo mal que en esta tierra estamos
Y
líbranos de virus trampantojos.
Me
queda poca voz, por eso llamo
Con
insistencia torpe y con arrojo.
Tenlo
en cuenta, Señor, al que más amo,
No
es cosa vana, no, ni un simple antojo.
Miles
y miles de tus siervos puros
Se
encuentran en aprietos desolados,
Sácalos
de la hambruna y el apuro.
Tú,
el Misericordioso y Deseado,
Atiéndenos
en este trance oscuro
Y
nuestro pobre óbolo te será dado.
Apuleyo Soto.
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