8 Febrero
MI ALMENDRO
¡Oh almendro mío florido!
Que alegras mi vista y mi alma;
al verte de pétalos vestido,
me llenas de paz y de calma.
A tu vera, almendro, nací,
cerca de ti, me engendraron;
a tu vera, almendro, crecí
junto a los que te sembraron.
Al ir creciendo, de ti cuidé,
lo fui haciendo con gran amor;
te podé, te aré y te mimé
al igual que el mejor agricultor.
Mis primeros amores te conté,
a tu sombra lloré, enamorado.
Junto a tu tronco me cobijé
de aquel invierno tan helado.
Mis desamores consolaste
con caricias de tu bella flor,
mis penas y mi frío cobijaste
dándome alegrías y calor.
Tu fruto, almendro mío, comí;
tu belleza sin igual, contemplé;
a llorar o a reír, a tu cruz subí;
a tu vera, otra vez me enamoré.
A tu sombra el tiempo pasaba,
viendo tu flor, hice una poesía;
mi corazón más se enamoraba
acariciando tu flor cada día.
Una vez te hablé de mi amada,
me escuchaste y me respondiste
que era la mujer por mi soñada;
¡la que a mi corazón trajiste!
Mi vida sin ti, no sería vida,
contigo quiero siempre vivir;
sin ti, para mí no hay cabida
para otra cosa que no sea morir.
¡Almendro, no nos faltes jamás!
Pues todos te necesitamos,
los enamorados, aún más,
pero todos, todos te amamos.
Que nunca nos falte tu belleza,
anunciante de la primavera;
¡que jamás tengamos la tristeza
de no tenerte a nuestra vera!
Antonio Martínez
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