8 Noviembre
MEMORIAS DE UNA PELUQUERA (VIII)
Estaba estudiando en una academia homologada, (las otras no daban el título oficial para poder abrir mi negocio de peluquería) y a la vez preparando el salón. Casada y con dos niños pequeños ponía todo el empeño para aprender bien y empezar a trabajar lo antes posible. Entonces ni Industria ni el Ayuntamiento daba permisos o licencia de apertura si no tenías un título oficial, (ahora han cambiado mucho las cosas).
Se empezaban a utilizar los ordenadores en la pequeña y mediana empresa y yo no tenía ni puñetera idea de informática, así que me apunté a un curso que impartían en la capital gratuitamente.
Para ser de un solo día el curso... hay que ver la de cosas que aprendí.
Primero: Era la mayor de todo el grupo y los chavales jóvenes me miraban un tanto extrañados como diciendo: ¿Qué hace ésta aquí?
Segundo: El ratón no comía queso para funcionar, cosa que me alegró bastante, jeje (un gasto menos)
Tercero y último: A pesar de no comer queso, tenía vida propia, corría que se las pelaba y no había forma de alcanzarlo. Estábamos todo el grupo juntos, uno al lado del otro, cada cual con su ordenador. Pues...intentando alcanzar al jodío ratón que se escapaba de la pantalla, me iba torciendo y torciendo lateralmente hasta que me echaba encima de mi compañero que me miraba con ojos de espanto.
- Ay, perdona, es que no controlo ésto.
- Tranquila, no pasa nada, es normal.
Eso decía él, que era normal. Si, sí, normal, pero cada diez minutos estaba encima del pobre muchacho y retrocediendo a mi sitio con disimulo de que no se me notase la briega que llevaba con el “bicho”.
No podía con el dichoso ratón...como para fijarme en si había “carpetas y subcarpetas”
Menos mal que de todo se sale.
Mari Carmen
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